Golosas, las candelas castañas me hacen olvidar que no he dormido bien, que he dado vueltas en el mar de la cama como un náufrago y en mi cabeza se han tendido sueños extraños de caída en un vacío negro o de naipes bailando en una mesa verde... es el calor jodido que me baña en sudor y me desduerme, que me apesadilla y me malestarece como a un niño con miedos... pero las candelas siguen volando mágicas en su caída para hacerme de olvido y quitarme del agobio pegajoso de este calorcansancio que, inexpresable, late con pasión de gotera... y presiento unos ojos en mi espalda que me hacen carne hecha, unos ojos de puente como un hambre de algo que no quiere ser campo...
Este verano es macho como un galope a secas y yo no huelo a salud en estos días de pampa sin brisa, porque tengo garganta y huesos... y mi espalda divaga dolorcillos dispersos y suena a grillos viejos... pero quedan candelas para nublar el mundo de castaños inmensos, de castaños con himen, con música de viento, con contramuslos blancos, con erizos abiertos como sexos con púas, con caderas de tiempo, con ramas de acostarse la luna y sus recelos, con hojas de penacho, con sombra de sombrero, con raíces expertas en pezones y pechos...
Este verano es macho, cabrón, ceñudo, tieso.
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