Friday, March 2, 2007

La imprecisión es la raíz de la universalidad.

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RECREACIONES CON HURTOS DE PAPEL (1)
Fox, el perrito de Michel Houellebecq, no sabía ser feliz porque su ego era ilimitado, circunstancia rara y curiosa en un perro.
… Y el tiempo nos parece breve, tremendamente breve… pero pasamos por la vida sin alegría y sin misterio.
Ayer llamé a Michel –era tarde, quizás más de las doce de la noche–. Respondió después de ocho o diez tonos. Cuando espetó un “¿quién coños eres?”, le pregunté sin siquiera identificarme: ¿Crees que mereces la vida eterna?
Colgó sin más, pero tuve tiempo de escuchar los ladridos de Fox. Eran de rabia.
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Acabo de darle fin a la edición de «Navajo Bridge», de Juanjo Barral, y ya ando pensando en meterle mano imprentera al libro de Aníbal Núñez [pues siento las urgentes ganas de Fernando Rodríguez de la Flor junto a las mías mientras Premysa no acaba de dar el paso definitivo para esta magnífica propuesta editorial... haré un último intento y, si no da resultados, tiraré adelante con ese libro por mi cuenta].
(11:49 horas) John Carey afirma que «el elemento fundamental de toda literatura es la imprecisión»... ¡Joder, tío, totalmente de acuerdo! En ese concepto llevo años moviéndome, discutiendo, pensando, conjeturando y divagando. «Imprecisión», es la justa y jodida clave, una clave a la que yo siempre he llamado «indicio», pero es mejor nombrarla como «imprecisión», es más comprensible.
Esa imprecisión es la que desarrolla la imaginación del lector, la que le da vida y la que hace que crezca la creación de otro como suya propia. En la imprecisión se comparte creación entre el autor y el lector, y esa cadena es prolífica y verdaderamente valiosa como herramienta de crecimiento intelectual.
A esa imprecisión es a la que me refiero cuando critico la poesía descriptiva o la literatura realista llena de exhaustivas y agotadoras descripciones, a eso me refiero cuando reniego del poema cerrado.
Sí, de acuerdo: ¡El mayor y mejor valor de la literatura es su imprecisión!

(19:12 horas) Decía Pavese que «para expresar admiración se dice que una cosa se parece a otra. Confirmación del hecho de que no ‘se ve’ nunca una cosa la primera vez, sino siempre la segunda: cuando se transfiere a otra...». Es curiosa esta reflexión, aunque no acierto a dejarla cerrada del todo en mi cabeza.
Admiro por comparación, claro, y eso puede entrar dentro del apartado del «no me cabe duda», pero no sé si eso implica que no sea capaz de ‘ver’ una cosa por primera vez.
Todo este lío llevado al campo de la poesía puede tener una lectura harto interesante: Cuando escribo admirado [en todos los sentidos del término] sí que estoy mirando por segunda vez, pues llevo lo observado o vivido a una forma, recreándolo, dándole un valor más alto [o intentándolo, que pocas veces se tiene esa pericia] a lo sentido/vivido. Es decir, cuando escribo pongo en valor la experiencia que me lleva a la escritura, y eso la enriquece en mí y juega con la posibilidad de enriquecer a otros. ¿Escribir poesía, entonces, es admirarse? ¿Escribir poesía es ‘transferir’ el valor de lo conocido como confirmación de su existencia?
En fin... que me lío más que la pata de un romano y no sé llegar a finales medio lúcidos.
De Tontopoemas ©...

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