Sunday, March 25, 2007

Prefiero un punto nitido a un universo nebuloso.

Porque una ética puede ser buena o mala, y siempre según el punto de vista que tomemos, una moral también puede ser buena o mala por las mismas circunstancias. Mientras que la primera toma función en los valores [que pueden ser de orden material, sentimental o espiritual], la segunda se expresa en las normas y los usos de esos valores. Así, una buena ética puede llevarse con una moral perversa o una ética nefasta puede enmascararse con una moral decorosa.
En todo caso, cualquiera de las percepciones que suponen una ética y una moral son falsas de base, pues su desarrollo implica la suposición de que hay otro que va a tomar mis parámetros como comparación e incluso como forma de uso vital… y esa suposición, por serlo, ya es de partida irreal.
Así, yo le doy un valor a la amistad y supongo que tal valor es par en quien va a recibirla… a la vez, presupongo unas normas para que esa amistad camine, y también imagino que quien recibirá mi amistad va a tenerlas en cuenta y a cumplirlas. Si el valor de la amistad y las normas de uso no concurren en mi amigo, ¿podré decir que es mi amigo?, ¿podré hacerlo cuando yo he marcado el territorio de forma individual?, ¿entraré yo en los presupuestos de valor y norma que mi amigo tiene sobre la amistad? Generalmente terminamos convocando las coincidencias y dejándolas reposar con tiempo y distancia… pero ni la ética es la misma, ni la moral es exacta.
De ahí que siempre tire a buscar/encontrar una idea de individualidad que no requiera del otro más que aceptación o repulsa, de tal forma que quien me acepte acabe encajando en mi presupuesto valorativo y normativo. Es jodido llegar a una buena impresión de este concepto, lo sé, pero es interesante pensar que aporta solidez frente a la realidad nebulosa de lo moral y lo ético.
(17:17 horas) Cambio de hora con sueño perdido y un jodido virus que se ha hecho fuerte en el vientre de mi Felipe. Resumen: noche de Valpurgis con levante de madre a las dos, a las tres, a las cuatro… a las seis llegó la niña [papis, que he llegado], a las ocho Felipe de pie [… que me voy de bareta… y se fue]. La mañana de médico de urgencias [no es nada, es un virus, le pondremos una inyección para cortar los vómitos y que beba solo líquidos hasta hora de cenar]… y luego… papá, bebo ya… papá, ¿entonces no puedo comer?… papá, tengo hambre… papá, me mareo… papá, ¿tengo fiebre?… papá, ¿está el baño ocupado?
Vi la hora de comer mientras Valentino se hacía con el oro en Jerez y yo cortaba patatas finas para freír en freidora.
Y de mi Ángeles no hablo, que ha sido como multiplicar lo mío por cuarenta y sumarle dosis doble de Magdalena y Ángel… y mis papis en Sevilla, de boda, para más inri [qué apoyo dan siempre unos buenos padres, coño].
Vamos, que tenía como meta para este fin de semana dormir como un cosaco y el resumen es sueño sobre sueño y un proyecto de gripe cabrona fraguándose adentro.
No tengo suerte, coño.
•••
Llevo toda la tarde escuchando y cantando a viva voz “Campanades a morts”, y lo hago como una oración, igual que lo vengo haciendo cada 20 de noviembre desde que Lluis Llach la editó, y lo hago para conmemorar a mi abuelo Felipe, para echar de menos un recuerdo que me negaron y que guardo en mi cabeza como un inmenso vacío… “¡¡¡Asesins!!! ¡¡¡Asesins de vidas!!!”… Hay canciones que responden en sí mismas a todo lo que quisiera gritar… ésta es una de ellas, quizás la mejor.
Escúchala, amigo Ramón [Ramón Hernández Garrido], en silencio y con un volumen que te haga daño, que te duela en el pecho… escúchala a oscuras y dime lo que sientes, porque esta canción nos une desde antes de que viéramos la luz y de que ella misma existiera. En ella están nuestros muertos y en ella late el eco con el que hemos de vivir hasta el final.
(22:19 horas) Yo no soy socialista, entre otras cosas porque ya hace años que no milito, ya que me defrauda el sistema de partidos cada mañana cuando me levanto y reniego del acto ideológico porque me crea un mundo lleno de contradicciones [soy tan jodidamente contradictorio a solas, que no tengo capacidad para sumar más contradicciones a las que ya me llevan], pero tengo en mi mochila una impronta social importante y diversa que viene, cómo no, de mi abuela Antonia, de mi madre y del recuerdo de mi abuelo Felipe. Busco en el territorio de la individualidad algo por lo que luchar y por lo que vivir, pero me resulta muy difícil dar pasos nuevos. Sobrevivo entre sonrisas y decepciones intentando sacar una empresa adelante en la que los valores humanos puedan al negocio, pero eso me lleva siempre a atisbar el borde de la ruina y a conocer mucho mejor el triste material del que estamos hechos los hombres. Soy de izquierda por convicción, eso sí, y también por lógica, pero no desdeño lo que de positivo me aporte cualquier otra postura. Mi postura más árida la guardo para los tipos sin escrúpulos, y lo hago porque aún creo en el hombre [aunque poco], y ese creer me obliga a tomar posturas radicales con ciertos personajes crecidos para la destrucción.
No soy bueno ni malo, pero me gusta mucho jugar a ser ambas cosas a la vez.
El juego… ahí está la clave, en jugar cada minuto al hedonismo, a la radicalidad, a la perversión, a la tristeza o a la rabia… Sin juego no podría existir.
De Tontopoemas ©...


* "Campanades a morts" de Lluis Llach. [va dedicada a ese "anónimo" que me pregunta... esta canción resume mi eterna rabia, siempre la ha resumido... y es una magnífica respuesta a algunas de tus preguntas... Y a Ramón H. Garrido, y a su madre –siempre en mi memoria–, y a mi abuela Antonia y a mi madre, su hija].

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