Saturday, March 17, 2007

El hombre mediocre teme al capaz... y viceversa.

De Retratos impe...

Prometí hace tiempo [cuando dejó sus labores políticas en la Agrupación Socialista Bejarana] hacer una semblanza en frío de Ramón Hernández Garrido, y ya me va apeteciendo diseccionar al animal político que se ha perdido la ciudad de diario.
Conocí hace mil años a Ramón [digo mil, porque todo ha sido intenso junto a él para lo bueno y para lo regular], y siempre me llegó su enorme y lúcida capacidad de decisión, que de forma natural era seguida por una enconada toma de acción que generalmente era llevada hasta sus últimas consecuencias sin medir la piel que se dejaba en el camino, pero valorando siempre el fin como algo irrenunciable.
Excelente en la palabra dicha, brillante en la respuesta rápida, concienzudo en el trabajo, machacón en la ideología… su mejor valor, además de su envidiable capacidad de trabajo constante e inagotable, siempre fue buscar el diálogo después de la tormenta [recuerdo mil enfrentamientos –algunos duros y arduos– con él, fundamentalmente cuando yo dirigía “Béjar Información”, en los que nos hacíamos sangre, y no se me olvida cómo siempre, absolutamente siempre, venía de Ramón la llamada para charlar y reconciliarnos en un diálogo sincero y sin dobleces]. Nunca consideraba al oponente enemigo si entendía que su discurso era honesto, pero se enfrentaba a él con dureza y, siempre, con argumentos.
Su mal… ese mal de tantos…. es que era preclaro, transparente, aplastaba cuando la lógica de los hechos estaba a su favor y no permitía ni un solo hálito a su contrario ya vencido… eso le calificaba como duro, correoso, inexorable y peligroso, circunstancias que decoran/ayudan muy poco cuando uno se tiene que someter a la elección de sus paisanos [todos sabemos que el pueblo más prosaico, el que forma las mayorías, se deja llevar por el populismo, la sonrisa fácil, el chascarrillo intrascendente y la cara amable]. Ahí edificó su derrota Ramón, en su imagen pública, en el temor que el ciudadano sentía hacia su verbo claro y directo.
Su castigo, y grande, el haber sido derrotado siempre de forma inexorable por un mediocre que no le llegaba a la altura de sus zapatos… aunque tal circunstancia no es del todo cierta, pues Ramón siempre se derrotó a sí mismo.
Decidido y profundamente eficaz en cualquier gestión, Ramón fue víctima de su partido, que decidió dejarlo en la política pequeña cuando su potencial era [lo sigue siendo] de altura. Se equivocó el partido con este hombre al no saber utilizar sus rigurosos valores en otros estadios políticos en los que [me juego la mano izquierda] hubiera brillado con luz propia.
Mi sensación desde la distancia es que nos hemos perdido un dirigente que hubiera sabido liderar con seriedad un nuevo y hermoso proyecto de ciudad, un proyecto que habría llevado a su mejor fin de seguro, pues quien conozca al hombre, a Ramón, y sepa de su capacidad, no lo dudará ni un momento.
Su suerte hoy es haber logrado poner kilómetros de distancia con esta tierra, lo que, de seguro, le habrá aportado calma, serenidad y una nueva forma de ver el mundo y a los que lo poblamos. Sé que ahora en su cabeza estamos tomando nitidez todos y cada uno de los que fuimos parte de su vida pública, y que eso le va a servir para hacerse con el brillante futuro que se merece por capacidad y cualidades.
Ojo, y no se piense nadie que esta semblanza está hecha con la bondadosa sensibilidad de un epitafio, pues quiero dejar muy claro que Ramón siempre ha sido una persona que ha merecido mi respeto como hombre público, y es por ello que me he enfrentado duramente con él cuando lo estimé necesario y le he apoyado racionalmente cuando lo vi preciso, que fue la mayoría de las veces.
Ahora, Ramón ocupa un cargo más cercano a lo que demandaba su capacidad, pero ha tenido que ser con la condición de perderle como vecino, que no como colega, circunstancia que me deja en la boca cierto sabor agridulce.
Béjar sigue prescindiendo de sus mentes más lúcidas, y esas pérdidas se van pagando día a día… Nos queda la esperanza de que la mayoría de los bejaranos que han tenido que irse de aquí sientan este paisaje como una llamada interior que les obligue a volver para completar la suma necesaria.
Ramón Hernández Garrido es uno de ellos.
Quede mi alta consideración a su persona.

(17:02 horas) Ser sublime debe ser realmente agotador, como ser excelente. El problema, independientemente del agotamiento, es cómo se puede permanecer sublime o excelente, porque si no existe la permanencia de tales estados en un hombre, su futuro es a todas luces desgraciado.
Llegar a las cimas de cualquier palo humano contiene el jodido riesgo de no saber morir en ellas y, por tanto, entrar en un grave proceso de degradación que al sublime y al excelente han de resultarles humillantes en grado sumo.
Lo mejor, desde mi punto de vista, es guardar siempre una bocanada de aire para el minuto que sigue; una bocanada que te permita respirar para poder guardar otra, y así sucesivamente.
… …
No entiendo la vida sin juego, a pesar de que sé que voy a perder de seguro.
De Tontopoemas ©...


* "Grandola, vila morena" de Jose Afonso [dedicada hoy a Ramón Hernández Garrido con ese sentimiento revolucionario que aún nos queda en el fondo del corazón].

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