¿Es más honesto, entonces, quien superpone cierto tipo de honestidad a otra? El asunto es tan fácil y tan complicado como que cada hombre lucha con una honestidad individual y otra colectiva.
Así, por ejemplo, no es perverso el que por razón y justicia busca que los hombres se igualen por arriba, a pesar de que ello suponga cierto dolor en el medio natural… Del mismo modo no es perverso el que defiende enconadamente –también por razón y justicia– que el medio no se agote ni sufra a pesar de que ello suponga ciertos sacrificios humanos.
Ambos modelos de tipos honestos pueden llegar a enfrentarse, y duramente, de tal forma que se busquen posiciones de corte maniqueo en sus discursos… pero ambos son honestos para sí y para el grupo.
Lo malo de la honestidad es que siempre, de alguna forma, termina siendo interesada, a pesar de que ambos términos –honestidad e interés– se nos antojen contrapuestos.
Es entonces cuando se puede entender perfectamente aquella frase de Ceriana que rezaba: “Hace falta una base de honestidad”. Efectivamente, pues el mejor de los hombres, el más justo y el más razonable, no podrá llegar a la honestidad sin interés, pero sí podrá crecer desde una justa “base” de honestidad en todas sus acciones sin que el interés actúe como premisa, aunque al final forme parte inseparable del contenido de la acción.
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* Ella. "Desafinado"
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