Tuesday, April 17, 2007

Despreocuparse es vivir mejor.

El destino es un uso de la mente para procurar descanso a las elucubraciones existenciales, por eso yo no creo en el destino más que como en un placebo capaz de procurarme arreglitos puntuales y sonrisas. Con la tinta me sucede lo mismo, me sirve para dar forma a los pensamientos y sacarme de abismos mínimos, pero en sí misma no contiene más valor que el que pueda salir de mi mano.
El destino y la tinta, dos nadas para llenar el tiempo con despreocupaciones.
(15:43 horas) Siempre nos movemos en un juego de ascenso/descenso, de querer ser y de querer no ser, estar y no estar, parecer y no parecer… de ahí quizás la idea de Dios y el Diablo, el valor de la duda y la dualidad, porque nos complace tanto ser fantásticos como perversos, listos como tontos, perfectos como imperfectos.
(17:59 horas) Como un resplandor, junto a la tormenta de esta tarde, me llegan las tardes don Mariano con su jodido estiramiento de patillas y los capones de nudillo solitario, las tardes de permanencias con castigo ejemplar, los campanazos en la mollera del jodido seglar salesiano que montaba las filas de muchachos para entrar en las aulas, los sonoros cachetes Víctor Lobo, El mear una chapa de Fanta en grupo bajo aquel soniquete de “el que no junta meao come mierda con salvao”, la cruz bajo la bola/canica de porro, los minicares, los indios de plastiquillo, el trompo tuneado con mi nombre y unos rombos de colores [y su cuerda para lanzarlo, con dos reales y un nudo para su mejor control], las trenzas de las crías de las “guérfanas”, el municipal de tráfico con su casco blanquísimo plantado en el centro de La Corredera, el churrero a las ocho, el cisco al puro peso, la lechera y su burro… Y luego las movidas Heliodoro en el pórtico añejo del colegio, el club de san Juan Bosco, los guateques de sábado con luces de colores y rojos sanfranciscos, los bailes agarrados con la mano dispersa buscando blandas cimas, los besos a hurtadillas, las peluchas Maciste, los helados “tresgustos”, los boletos de barra junto a una cocacola, las galletas María, la nata de la leche con azúcar y un bollo, las torrijas de madre, el muñeco de nieve siempre en mi cumpleaños, las tardes de Palé, los días de excursión, las noches de revancha… Y luego la utopía puesta como una marca en nuestras frentes, las manifestaciones con gritos contra el régimen, el miedo en los calzones, las reuniones de noche en el centro Sandino, los mítines cantando, las greñas, mi mochila, el halcón que murió una noche de viento mirándome a los ojos y agotado en mis manos, la jodida Botánica que suspendí seis veces, La Beato puteándome en aquellas históricas clases de Citología [históricas por la coña reinante desde que entraba el bicho], las clases magistrales del profesor Galán con la scheriquia coli, los dondiegos de noche y los pisum sativum; las queimadas de río, el sexo en La Latina, Muriel y el bueno de Iche, Caridad con sus ojos de musa para siempre, los ratos con Adares, la envidia Aníbal Núñez, el concierto Lluis Llach empapado de lágrimas, la muerte entre los ojos que le tocó a Manuel, los cráneos con garbanzos para abrir las suturas, mi cámara de fotos, los frascos con culebras, el herbario y la prensa, el Bonnier de los huevos, las cosas ADN y su aquél citosinaadeninatimina… los días de extranjeras paseando por la Plaza Mayor de Salamanca, la manchada Judío, el Farinato a tientas, el cineclub con novia, la tuna de cuchara, el ardor Montellano, Herráez, El Coleta, las noches de Novelty, los bartolos, las letras Víctor Jara…
Qué buena la tormenta, coño.
De Tontopoemas ©...


* "Wave" de Tom Jobim y Toquinho.

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