Hay otra clase de hombres que no se someten jamás a pesar de tolerar la situación [entre otras cosas, porque no pueden hacer nada para cambiar el mundo], son los tipos creativos, los que vuelcan su vida en el arte, la música, la literatura… Su postura siempre está por encima de los sistemas [o por debajo, que depende del sistema al caso]. Ellos [no hablo de los que están en lo creativo por dinero, que son casi todos] guardan el espíritu humanista con fidelidad y lo alimentan. No se integran, pero aportan espacio donde crecer a los hombres hechos para el trabajo, los modelables; dan oxígeno y puertas abiertas.
Y hay otra clase de hombres que participan de las dos anteriores, pero se aprovechan de ellas. Son los espirituales, los que dirigen las mentes por caminos de moral, uso y costumbres [en nuestra sociedad católica son los curas, y en las demás sociedades son los dirigentes religiosos, ya sean pequeños o grandes]. Se arriman siempre al poder económico y al político poniendo pilares donde atar fieramente a las masas obreras con su dirigismo moral, sus normas y sus miedos. Coquetean con los creativos intentando formar parte de ellos y viven instalados en un poder autónomo y piramidal que les procura vivir de la nada con la máscara de ser norte y guía. Su función es perversa, pero el mundo los sigue con mirada fanática, incluso hasta la muerte.
El cristianismo, el islamismo, el judaísmo… son los poderes más pérfidos porque contienen las armas más afiladas, ya que saben jugar perfectamente con el alto porcentaje de mentes mal calibradas que pueblan el planeta.
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