Lo dicho, un auténtica delicia musical que degustamos a teatro lleno, con Elliott absolutamente generoso con un público entregado, bailón y determinadamente feliz. Me encantó ver a casi toda mi generación bejarana entre las paredes del teatro [algunos con el vientre algo sueltillo –debe ser la edad– y sin echarse el detalle de acercarse al excusado para aliviarse… cuatro hedorosos cuescos tuvimos que aguantar los de la fila tres con estoicismo y carita de ataque con gases lacrimógenos]. En fin, la edad tiene estas cosas… pero ni el hedor zángano aquel pudo nublar el éxito del poeta rockero. Yo gocé como un adolescente junto a mi señora y mi niña grande.
Gracias, Miguelón, gracias.
(16:41 horas) La tranquilidad y la satisfacción son quizás las dos metas hacia las que corren los sistemas sociales como enloquecidos. ¿Tranquilidad para qué?, ¿satisfacción de qué o por qué? Es patente que llegar a ambos estados es poco menos que imposible, por lo que los grandes hacedores que ostentan el poder se mueven como locos para que consigamos ambas sensaciones [aunque no ambos estados]. Y todo se basa en la virtualidad y en un ciclo que se devora a sí mismo en el que se crean breves intranquilidades e insatisfacciones que pueden ser colmadas a corto plazo [te plantean la necesidad de tener un teléfono con conexión de vídeo… sufres por no poseerlo, te sientes insatisfecho e intranquilo por su falta… al cabo de unos meses, tu compañía telefónica te lo propicia a cambio de unos jodidos puntos por consumo… entonces estás satisfecho, colmado y tranquilo… mientras nacen otras mil pequeñas intranquilidades que se irán solventando hasta la muerte]… todo con el fin de adormecernos en un jodido y falso estado del bienestar que le viene muy bien a los planteamientos consumistas del capital.
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* "Atouch of kindness" de Elliott Murphy
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