Esther y yo durante mi estancia en Paracas en 2009. |
Quiero recuperar ahora parte de una entrada que hice desde Perú el día 11 de noviembre de 2009:
“Ya de noche, salí con idea de cenar algo en los puestitos del paseo, y se me acercó una niña encantadora para atraerme con insistencia a uno de los puestitos. Me cayó tan bien, que entré al engaño sin pensarlo. La niña pasó todo el tiempo a mi lado durante la cena, primero preguntándome por asuntos tan comunes como mi nombre, mi país de procedencia o lo ‘raro’ de mis ojos verdes, y luego desatándose en un correlato infantil y maravilloso sobre mi única pregunta: ¿me puedes contar cómo sentiste el terremoto?... a la niña, que se llama Esther, se le iluminaron los ojos y comenzó una perorata divina que no acabaría hasta que decidí retirarme a la habitación de mi hotel para descansar un rato [en mi habitación, anoté antes de dormir todas sus palabras en mi cuadernito de Perú y las reproduzco aquí tal como aparecen]…
“Estaba fumando un cigarro en el paredón del paseo de Paracas, engolfado en el ruido del mar y en la noche indescriptible, cuando Esther se acercó a mí con el menú del puestito de su prima… ‘señor, damos cenita rica allá… venga, venga, que mi prima me dará propinita si usté viene y yo acumulo para mi pancito del colegio… es muy baratito y rico lo de mi prima, señor”… le dije que no tenía ganas de cenar aún, pero que si me traía una botella de Coke helada, yo le daría su propina… corrió y en un par de minutos ya estaba a mi lado con la Coke… le entregué los dos soles que valía el pedido y le di tres más para que se guardase… “no se quede aquí, señor, que pasan mareaditos y pueden asusarle y molestarle, venga a lo de mi primita y se tome allí su gaseosa”… no le hice caso, me tomé mi Coke mirando a las estrellas y volvió como a la media hora para insistir… “me haga caso, señor, aquí peligra… haga cenita donde lo de mi prima…”… entonces acepté y la acompañé mientras me decía su nombre y ponía color y contraste a su mirada… “yo me llamo Esther, señor, y soy de diez años acá, justito desde que nací, siempre acá con mi papito y mi mamá… ayudo a mi prima y me gano cinco soles al día si se da bueno, que me vienen muy bien para el pancito del colegio y para ayudar a mi mamá con sus gastitos de la casa… coma pollo, señor, que es lo más riquito en lo de mi prima, pollo con papas fritas y ají…”… pedí mi pollo con papas y ají e invité a Esther a compartir mesa conmigo para charlar un rato. Ella aceptó de muy buena gana, y más cuando le pedí que me contara cómo vivió el terremoto…”señor, ni puro miedito que tuve, pues era la primera vez y no sabía, también era más niñita que ahora, ¿sabe?... el mar bajó de pronto hasta muchos metros, que nunca se había visto acá un mar tan chiquito y como tan cobarde… se detuvo allá, donde las barquitas, y luego lanzó una ola grande que se llevó toditito hasta la subida del cerro de atrás… dos turistas mujeres casi se mueren que yo viera… mi mamita me quitó enseguida del peligro y corrimos hasta el cerro, donde pasamos una semana entera, señor, una semana muy divertidita con las amigas y los bebitos y las mamás, todos juntos allí esperando a que no viniera más terremoto… los hombres todos, y mi papito, que es pescador y mecánico muy bueno, fueron a Pisco a ayudar, y contaban que había gente ahogada bajo los escombros, y que hasta había cabezas estalladas y bracitos solos, sin sus cuerpitos… pero fue muy divertido, señor, y muy bueno para la casa, pues mi papi salió a pescar prontito para traer algún pescadito de comida y pescó sillas hermosas, mesitas de cenador, una televisora de novedad y mucho chocolate que estaba bien rico… la ola se había llevado por delante todas las casas de los ricos de la petrolera de atrás y el mar era como un centro comercial hermoso, señor, aunque todos los peces habían muerto… las televisora no funcionó, aunque mi papito hizo bien por arreglarla, pero lo demás quedó bien lindo junto al colchón, en el cerro… a los dos días llegó la ayudita… pancito, leche, mantas bonitas… y todos compartimos, bueno, algunos no querían compartir, pero eran poquititos, ¿sabe?... con los días ya compartieron…”… y llegó una niña bellísima a la que le había comprado un collar de semillas por la tarde, se llamaba Fiorella y era amiga de Esther, y quizás con un par de años menos, se unió a la conversación y nos hicimos algunas fotos… luego les di unos soles y algunas monedas españolas que las guardaron como un auténtico tesoro entre risas”.
Ahora ando cansado, con una tos constante que me tiene rotete y un puntito suave de diarrea que voy controlando con unas pastillas que compré en Béjar, así que intentaré seguir con mi relato en otro momento si logro tener una buena conexión, que está algo complicado.”
Hasta aquí lo que escribí después de conocer a Esther y quedarme prendado de ella, y desde aquí, mi constante recuerdo de la niña cuando hablaba con Perú para asuntos de cooperación y gestiones de todo tipo.
Bueno, pues hoy, día de Navidad de 2010, recibo un correo extenso de Lorena Pajares diciéndome que, como regalo de Navidad, ha localizado, después de mucho buscar, a Esther y le ha entregado unos regalos en mi nombre. La niña, en agradecimiento, me ha escrito una carta [que dejo en imagen para que podáis percibir su drama, aunque no voy a entrar en detalles, porque son muy duros, y creo que la carta deja entrever lo que allí sucede]. Luego se han hecho unas fotos para adjuntarlas a la carta de Esther, lo que configura el mejor regalo que me hayan hecho jamás.
Prometo, ahora que está localizada, ayudar a Esther en la medida de mis fuerzas.
Gracias a Lorena Pajares por este hermosísimo detalle que ha logrado llenarme los ojos de lágrimas por la emoción y mil gracias a Esther por ser una mujer entera en un cuerpo de niña. No os fallaré, os lo debo. Seguiré trabajando por los niños necesitados de Perú hasta el último aliento.
Esther y una de sus hermanitas. |
Lorena Pajares y Esther. |
Esther escribiéndome su carta. |
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