Sunday, June 24, 2007

Aquellas crías de fascista...


Durante los veranos del primer quinquenio de los setenta hacíamos excursión andando hasta Candelario para pasar allí las tardes con un bocata y cruzar miradas con los veraneantes, que entonces [casi como ahora] provenían de Madrid y Extremadura y pertenecían a esa clase franquista de funcionarios del Movimiento Nacional [nacional]. El pueblo estaba entonces tomado por la OJE [Organización Juvenil Española], que tenía/mantenía ‘cuartel’ y campamento estables. Cualquier propuesta de subida a Candelario venía siempre dada por la siguiente frase de cualquiera de los colegas de mi pandilla: “¿Subimos a ver a las crías de fascista?”.
Los niños OJE eran todos de un rubio oxigenado, con el pelo liso en su mayoría y siempre iban repeinados al uso alemán, con la nuca afeitada y la raya marcadísima a la izquierda de sus cocorotas [paradojas de la vida, con la raya a la izquierda]. Siempre sonrientes, con su impecable uniforme lleno de signos bordados e insignias, echaban larguísimos partidos de fútbol en el campo de tierra del parque de Candelario. Si alguno se lesionaba o les faltaba un jugador para completar un equipo, nos miraban con desprecio y nos decían: “¿Alguno de vosotros juega bien al fútbol?”. Todos decíamos que no, que éramos de baloncesto, porque no queríamos jugar con aquellos símbolos de lo que se masticaba en casa, pero ellos insistían y alguna vez obligaban a alguno a jugar y se liaban con él a patadas ‘sin querer’ en las espinillas.
Ahora, cuando subo en los veranos a Candelario, me encuentro con algunos de aquellos muchachos y nos saludamos e incluso tomamos una cañita para recordar los viejos tiempos y ponernos al día de nuestras vidas. La mayoría de los que conozco están en la banca, como mediocres esclavos, ocupando puestos de interventores o directores de sucursales pequeñas gracias a esas recomendaciones nacidas de la militancia fascista [aún permanece tal costumbre de forma residual]. Han perdido esa mirada superior que nos lanzaban con ánimo de sojuzgar y algunos hasta dicen en alto que se hicieron socialistas en la época de Felipe González porque era una opción adecuada para permanecer… pero están deshechos en una confusión decadente, gordos algunos y otros con la mirada empapada de un alcohol de diario consumido en los bares anejos a sus oficinas.
Ya no llevan insignias ni bordados en sus camisas de verano y el pelo apenas deja ya marcar aquella raya tan minuciosamente trazada en sus cabezas.
Son, como poco, infelices, aunque la paga les da para pasar quince días rememorando sus días de centuria y corneta.
Me dan lástima donde antes me producían rabia.

(15:48 horas) …Y los premios al bachiller superior de los setenta, que los había de dos modelos específicos: científicos y literarios. Yo me llevé tres de ellos [dos científicos y uno literario], de los que conservo aún los diplomas en algún lugar perdido de mi casa. El que mejores recuerdos me trae es un trabajo que realicé sobre el origen de la vida a partir de un libro de Aleksandr Ivanovich Oparin que llevaba por título “El origen de la vida”, al que añadí párrafos de una enciclopedia de biología que había en la antigua biblioteca municipal y textos mezclados de Konrad Lorenz y de Karl von Frisch que hablaban de etología… Me salió un batiburrillo extraordinario de más de cien folios en los que se mezclaban textos copiados a mano, otros trabajados en la Olivetti verde de mi padre y un montón de dibujos sobre la evolución de las especies que copié de la enciclopedia ya mentada y de una de Salvat que tenía en casa.
Recuerdo que al principio me ayudaron algunas tardes Javier Riobó y Amable, pero acabaron agotándose y pasando del tema.
De aquel esfuerzo me gané una pasta que me sirvió para invitar a mis amigos a unas cocacolas con berberechos en ‘La Pajarera’ y para comprarme un comediscos portátil de color crema en el que escuchaba sin parar los singles de Fundador que me traía mi padre… de aquello también nació mi apetencia por la biología, circunstancia que me trajo hasta este fracaso de tintas y alzados porque nunca entendí que una disciplina de fundamento experimental sólo tuviese cabida en las cerradas aulas salmantinas.
Pero no todo fue malo, no, pues el periplo universitario me permitió conocer al profesor Galán, ver pasar a Aníbal Núñez entre los arcos de la Plaza Mayor, reír con un tal Fiz que ya se me está borrando de la memoria, hacer locuras con Riobó o con un tal ‘Forges’ [Carlos] de Pucela que se dedicaba al alpinismo, admirarme de la voluntad Manolo Cuesta o beber manchada con un riojano que llevaba por apellidos de la Torre Tosantos, salir de cañas con Juan Delibes, abrazar a Mercedes Sosa o a Rosa León y conocer de cerca a Aute, convivir con Muriel y con Iche Montero, disfrutar de los últimos años de Juanito M. desnudando mujeres con la mirada desde mayo hasta junio, sentir envidia de Manolo Díaz Luis y su pericia con las damas, embelesarme mirando a Caroli y a Isabel, ver cómo Paulino Matas conquistaba un Olimpo de carrera nueva para cinco [te deseo salud, hermano, que sé que andas pasándolas mal]… y volver a Béjar cada fin de semana para encontrarme con toda mi gente y disfrutar como un niño en Chapeau y en Vetonia o en La otra casa.
Todo gracias a aquel enredado trabajo que empezaba con una suerte de Big-Bang y terminaba como el mejor rosario de la aurora.

De aquel trabajo… las queimadas en las orillas Tormes, las excurisiones botánicas a los Picos de Europa, las salidas nocturnas para tirar panfletos, los cafés ‘Rojo y Negro’, los besos ‘La Latina’, las manifestaciones, el encierro de un mes en el aula magna de Ciencias, el alcohol en ‘El Judío’, las noches de extranjeras libidinosas con la baba cayendo por las comisuras, las fiestas fin de curso con chaqueta y corbata, el amor entre rejas justo en el Montellano, don Torrente en Novelty, las tardes del Botánico, un helado entre los arcos de la plaza, los VICTOR que pasaron frente a mis ojos y el sonido redondo de un “Gaudeamus Igitur” entonado a capela por todos los muchachos del San Bartolomé.
Y todo gracias a Oparin , a K. Lorenz y a Frishc.
Una cinta de Víctor Jara lo supo todo y quizás lo recuerde siempre.

(22:59 horas) La tarde se convirtió sin querer en la primera de piscina del verano, pues me llegué con Ángeles y los críos hasta Palomares [tierra santiaga y nieta] para que se dieran el primer chapuzón de la temporada en la piscina de Julia mientras yo me dediqué a pintar mi libro interminable con una pequeña anécdota: Mi suegro, que también andaba por allí, al ver el librote que estoy tuneando, me preguntó con cierta mala cara: “¿No estarás pintando sobre una biblia?”. Yo le contesté: “No, Ángel, pero me acabas de dar una idea magnífica para el próximo tuneo.”. Pilló el libro que estaba leyendo y desapareció como por arte de magia.

Y la verdad es que su idea es magnífica, supera a la mía en curso de tunear “Los cipreses creen en Dios”. Así pues, ya me ha dado trabajo el colega familiar, y para largo tiempo.
Los críos nadaron y temblaron de frío a la salida, pues corría una brisa fresquilla. Los cerdos chillaban en el matadero y un olor nauseabundo subió de pronto para echarnos de allí a toda pastilla.
Lo pasé bien y hubo relax del que me gusta.
Tuneé 12 páginas.
De Tontopoemas ©...

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