Tuesday, June 5, 2007

Sobre el hermoso calor de los fantasmas familiares.


Hay una feliz coincidencia que me hace retrotraerme en el tiempo en muchos momentos de mis últimos años.
Por circunstancias de trabajo [y de amistad y buen rollo] visito con frecuencia el estudio arquitectónico de mi amigo José Luis Rodríguez Antúnez, una gozada fruto de la estupenda rehabilitación realizada en el edificio antiguo que adquirió hace unos años [me encanta entrar en esas estancias y sentir el pasado que emana de sus paredes]. Pueblan en este tiempo las oficinas y los salones jóvenes profesionales con una estupenda proyección de futuro y muy buena disposición a la sonrisa y a recibir bien al que por allí aparece… pero también hay fantasmas, unos fantasmas entrañables que sólo sé ver yo, pues pertenecen a mi pasado.

Hay un fantasma adusto, severo, con bigote, al que temo en tono bajo y del que procuro alejarme cuando le noto cercano… otro femenino, entrañable, familiar, como una madre dando la merienda a sus hijos durante una tarde de verano… uno más que convoca la admiración de un hermano mayor y es ejemplo a seguir [no sé si bueno o malo]… otro que requiere las artimañas que se suelen utilizar con los hermanos pequeños de la casa, juguetón y algo alocado [confieso que es el más acertado en el actual estado de la casa y sus nuevos habitantes, pues es un fanático de Elvis]… y por fin un delicado fantasma con nombre y apellidos, un niño de mi justa edad [antes y ahora], con sus deberes a medio hacer y una baraja extranjera de contenido erótico entre sus manos. Es inteligente, mordaz, confiado conmigo y absolutamente sincero en cuanto a lo que ya fue vivido. No sabe de distancia ni de olvido porque vive justo en el centro de mi frente.
Esa casa remozada que ahora es estudio de arquitectos amigos y lugar de paso de constructores ricos y menos ricos, un día fue la casa de mi amigo del alma Javier García Riobó y yo voy a visitarle siempre allí, porque está pegado a los muros de mampostería y a los barrotes del enorme balcón/galería.
El tiempo y la mala suerte de la Biología helmántica puso distancia, una distancia que no existe cuando la casa convoca su imagen para mí y se hace cierto y absolutamente real.
Mañana quizás vaya a verte, amigo, al salón donde hacíamos los deberes y comíamos pan con chocolate.
De Tontopoemas ©...

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