Monday, August 31, 2009

... pero lo llevo a medias.


La generación de mis padres fue jodida… venían de la pobreza más absoluta y tuvieron que trajinar su juventud en una postguerra cabrona y asfixiante, respetando la severidad de sus mayores y cuidándolos hasta la muerte, trabajando como cosacos para sacar cada día adelante y poniendo a la nueva generación [la mía] en una situación incomparable… esclavos de sus padres y esclavos de sus hijos… pero aprendieron el valor del ahorro mientras conseguían hacerse con una esquinita digna hecha de cosas, lo que les dejó curados de por vida para la miseria… fueron de la nada al ‘algo’… y ahí se quedaron, guardando las cuerditas que encontraban por la calle y no tirando nada a la basura hasta que estuviera agotada su utilidad… no se formaron nunca [en el aspecto académico], no pudieron, pero salieron adelante con cierto éxito.
Nuestra generación [la mía, itero] llegó con todo hecho… la mesa puesta, estudios universitarios, cosas a manos llenas, dinero en el bolsillo, viajes, yerba, comediscos portátil, ropa buena… y, además, un momento social indescriptible en el que por un tiempo pareció que podíamos cambiar el mundo… como no había que preocuparse por comer ni por tener, mascamos ideología e imaginamos un futuro mejor que podía partir de nuestras manos… creímos firmemente en la utopía, contestamos con fuerza al fascismo imperante, fumamos en comuna lo que nos echaran y leímos hasta casi perder la vista… pero todo fue en vano. Yo, personalmente, hasta me metí en política con afán positivo [acabé medio muerto de asco y convencido de mi absoluta incapacidad para arreglar nada]… y concluimos recalando en esta anodina clase media que lo completa todo con un piso en propiedad, un auto, un par de teles, una conexión de tarifa plana a Internet y un mar de créditos… así fue nuestro naufragio, así es hoy, y nos convencimos de la realidad existencial para percatarnos de que nuestra generación fue del ‘todo’ a la más terrible ‘nada’.
Ahora vienen nuestros hijos y yo me pregunto cada día qué mundo les hemos dejado, qué valores, qué ganas de salir adelante con su propio empeño y, sobre todo, si partiendo de esta nada en la que virtualmente lo tienen todo… llegarán a hacer algo positivo con sus vidas [lo tienen duro de cojones]… pero no es culpa suya, como no la fue nuestra ni de nuestros padres… es culpa del lo mal trazados que estamos los hombres como especie, de la mala folla que llevamos dentro del genotipo de cada núcleo celular de nuestros tejidos y de nuestras vísceras… somos unos grandísimos hijos de puta por ley de selección [que es norma en todo el reino animal… y también en el vegetal], pero además somos cabronazos endémicos por cultura y espiritualismo mal traducido en las diversas religiones… nos encanta ser más que el otro, hundirlo, pisarlo, dejarlo derrotado y sumiso para ser siempre por puta comparación… “yo soy porque tú no eres”… y contra ese trazado genético, cultural y espiritual puede hacerse muy poquito… solo desde una buena idea de la individualidad podremos salir de esta mierda [quizás para meternos en otra], mientras los políticos solo piensan en ganar las próximas elecciones para llevárselo caletinto [ahora pienso en la forma de actuar del Partido Popular con sus ladrones Gurtel, negando la mayor y acusando a Dios y a su santa madre de haberles realizado escuchas ilegales… como diciendo que sus ladrones son menos ladrones porque los han pillado con escuchas ilegales… ¡anda ya!... así nos va y así nos seguirá yendo hasta que salte una chispa de individuos que digan basta y que esa chispa sea capaz de animar el incendio que necesitamos, un incendio en el que arda a dolor vivo toda esa piara de sinvergüenzas con corbata… me encantaría vivir para verlo, coño].
En el fondo todo se resume en la ‘suerte’ de nacer y morir en uno de esos ciclos positivos que tocan de vez en cuando, pero también en un territorio del primer mundo… y quizás también en una familia poderosa… ¿a qué entonces los valores y el empeño por ser y estar?... cuando a uno sin valores le llega regalado lo que a otro con ellos le cuesta la vida, es que algo no funciona bien, y es por ello que vuelvo a mi empeño sobre la idea de poner en valor la individualidad… y también al asunto urgente de la revolución necesaria.
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Estos días ando piporro con el trasunto de los recuerdos, no hago más que mirar fotos antiguas, revisar mi colección de recortes de periódicos con noticias en las que aparecí algún día, leer antiguas críticas publicadas sobre mis libros, pasar las páginas de libros que leí hace muchos años para detenerme en subrayados y anotaciones… y buscarme en objetos que un día tuvieron un uso especial para mí y que hoy solo decoran los estantes.
De todo ello me llegan a ráfagas ideas fijadas grabadas en mi mente como a fuego… mi padre trabajando todo el día entre la pastelería y el pequeño negocio de venta por las casas, mi madre siempre riendo como una musa hermosa frente a mí [de ella heredé ese “no pasa nada, tranquilo”], mi abuela Antonia empecinada en ese negro sideral que era bandera de todo el sufrimiento acumulado en una vida [el de ella fue grande y largo], el tío Ricardo con su risa clara y esa bondad inmensa de la que se aprovecharon todos hasta dejarle postrado, el abuelo Saturnino liándose un cigarro en la taberna de El Gordo y acomodándolo en la oreja [fue un hombre bueno sobre todas las cosas], Vitoria con sus cuitas y sus enfermedades, Juncal con su ristra de novios, Enriquito siempre enfadándose con todos [no hacíamos buenas migas cuando chicos], ese swing tan Requena que lograba la magia si entrabas en su estudio fotográfico [siempre flotaba una historia negra en aquel sitio], los mozos de carreta que llevaban paquetes a domicilio desde los autobuses e incluso desde la estación de RENFE, las niñas con trencitas y lacitos jugando en La Puerta de Ávila a la comba, el rol de los amigos [piratas encantados con caras irrepetibles], el cole con sus palos y sus tretas, el primer paraguas automático y la gabardina larga, los zapatos crema de rejilla, los calcetines de rombos, la cartera llena de cachivaches y secretos, el cine del domingo y castigado, el tocaculos en misa de doce y las mujeres moviéndose azoradas para salvar sus nalgas de los roces, los coches chocones en septiembre y las primeras tormentas, la nieve en mi cumpleaños, las pastas de yema y los empiñonados, el fútbol dando voces en el teleclub del Casino Obrero, la loca enseñando sus bragas en el parque, el incendio de Las Hermanitas y los días aquellos de “Ustedes son formidables”, las natillas con galleta María Fontaneda, el cubo de zinc para acarrear el cisco, los pies descalzos sobre las baldosas frías, los días de castaños tendidos en la hierba, la sombra en un verano, bañarse en calzoncillos en el río, la miel de Las Quilamas, el terror de las noches después de ver “¿Es usted el asesino?”, los tebeos el sábado, la paella el domingo, una sandía, el tirachinas de palo con la gomona negra y el parche de cuero, aquel primer viaje a Salamanca [una aventura en toda regla], rezar los padrenuestros de castigo en la esquina de atrás del patio viejo del colegio, las urnas en la escuela para votar a Franco [se votaba SÍ o NO… y más te valía acertar], Chencho con su pistola [el mayor hijo de puta de este pueblo… en paz descanse], los discos dedicados en la radio, el tipo que se tiró por el puente viejo, el primer beso, los bañadores Meyba de rayitas, el violín y el cofre del desván de la abuela Joaquina, las uvas pasas en diciembre y en enero esta tundra inexplicable, los poemas de Abraham sentado en la ventana, el atún en conserva, el VIP en la alcobita de Gerardo, aquel niño Caldera, bañarse en las lagunas en agosto, el pan de pueblo, Estela con boinita y rizos rubios, aquella vez primera, los ojos de mi chica en los años setenta, la luz de la cocina, Castaño con sus bambas, Garrudo y sus esencias, el bacalao en Máximo, el biscúter plateado con su del Amo a cuestas, la motona de Tito, la baraja perversa con mujeres desnudas que yo miraba a tientas, los sostenes colgados en las terrazas viejas, las medias con carreras, el brasero, la pesca con Jerónimo en los días de trepa, el amor, las meriendas…
Y toco los objetos como buscando anécdotas, las lágrimas perdidas, la vida sin recetas… estoy algo mayor… pero lo llevo a medias.

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