Tuesday, August 4, 2009

Me apetece una tristeza con luz mortecina...

* Me encanta este cuadro de Alberto Hernández, y le va de perlas a mi entrada de hoy.

Justo ahora mi codo parece un pollo pelao, aunque el dolor se ha aminorado gracias a que ayer me pasé por urgencias y me han metido antiinflamatorios y sesiones de guisantes congelados puestos en tramos de siete minutos sobre la hinchazón…. ya apenas late, y me da como penita, porque ayer era todo/solo codo, y era una sensación nueva, extraña y nueva, pero no totalmente negativa, pues me sugería espacios mentales en los que me encanta entrar en algunas ocasiones. Es curioso cómo el dolor es capaz de focalizar un solo punto del cuerpo, consiguiendo que sintamos ese punto como el cuerpo mismo… en fin, que cuando me quecomarizo, tampoco lo paso mal del todo.
Y que cuando llegué al curro hoy, estaba todo el pescado vendido y me tomé el día medio libre, con la intención de escribir un poquito [le sumé un capítulo nuevo a mi historia narrativa online] y de leer algo.
Hoy escribí sobre una estancia en China, amparado por un correlato y una colección estupenda de fotografías que me pasó Alberto Hernández con esa intención, y ya voy notando que la historia empieza a conformarse en mi cabeza, que poco a poco empiezan a encajar las piezas [aunque aún no encuentren sentido en los capítulos publicados en la red]… lo que tengo menos claro es cómo dotar al asunto del toque intelectual y reflexivo que quiero imprimirle.
Mi deseo, para este texto, por una parte, es que vaya creciendo en piezas sueltas de narración clásica y que las conexiones se vayan realizando a base de saltos temporales y espaciales, que los personajes vayan tomando una dimensión real y casi prosaica… pero por otro lado quiero encontrar la forma de plasmar lo que sigue:
1. Una postura ideológica bien definida que coincida con mis planteamientos ideológicos reales.
2. Un trasunto existencial positivo en la figura de cada uno de los personajes.
3. Una definición del amor traída desde mí y llevada hasta lo ficcionado con datos preclaros.
4. La plasmación de una estética de vida.
5. La reflexión sobre una serie de temas que son para mí de alto interés, trabajando alrededor de una definición humanista del hombre en los sentidos filosófico, artístico, literario y social.
6. La memoria, su recuperación y su proceso, sus trampas y sus tesoros.
Si consigo algo de lo planteado, daré por útil este trabajo narrativo en el que me he metido, cosa que me da que no va a ser fácil… sobre todo por mi problema de mantener un esfuerzo continuado y por mi falta de concentración endémica [un trabajo de este calado exige muchos meses de escritura y demasiados nudos que atar para que no quede ni un cabo suelto]. Por otra parte, me interesa mucho el dejar que el relato corra a su aire y que se deje llevar por mis impulsos contradictorios, que avance unos días a pasos largos y otros días vuelva a esa agotadora lentitud de los bueyes tan Llamazares, que pase de lo estrictamente narrativo a lo desmesuradamente poético.
A ver qué sucede con el experimento.
Y por la tarde, los lobos con su desván antiguo lleno de telarañas, alguno que se fue definitivamente al otro barrio, calor, calor, calor, personas que aún no entienden nada, risas blancas como la de Aram [nuestra negrita chuli de ocho añitos], algunas cadenas, rostros frágiles lamiendo los costados, la sed con sus exclusas, un racimo de turistas perdiendo el tiempo a cántaros, algún exilio, los bronces sobre el aparador, Adán multiplicado en millones de hombres diferentes, una mujer entre gasas, betún y ese árbol que es el padre, dando sombra y fresquito todavía… y luego esta sensación de que cuando me largue quedarán mil secretos que nadie sabrá desentrañar, pedazos de papel pintados, letras sueltas, afectos, signos ilegibles de mí, de este yo que tiene la cabeza como partida en dos por un hacha y apenas dilucida entre lo fortuito y lo buscado.
Me apetece ahora una estación de lluvias interminables, una casa grande y oscura con una luz dirigida a mis papeles, un abrigo grande que ponerme y que quitarme… porque tengo ganitas de frío ya, que no de mariposas ni de traficantes de sueños imposibles… me apetece comer caliente a sus horas y meterme en una cama que me abrigue y encontrarme allí un cuerpo y unos brazos… me apetece una niebla de día completo y ponerme mojicón mirando al monte empapado… me apetece una tristeza con luz mortecina… y unos churros recién hechos para compartir en un café apartado del centro… y una conversación contigo sin que medien palabras… y sentirme tan simple como lo que me suceda.

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