Thursday, August 13, 2009

Ganarse cada día...


Llegó Colí, el padre de You, junto al resto de su familia, y nos emocionaron a Juan y a mí hasta las lágrimas con las palabras que nos dijeron... luego nos hicieron entrega de un delicioso presente, un corte de tela para hacernos un traje senegalés cada uno.
Estoy francamente emocionado.




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En todo el tiempo ya vivido, he aprendido que un hombre [utilizo el génerico, se entienda] debe ganarse cada día para merecer ser nombrado como tal, que no sirve ‘decir’ con pompa o trueno… con esa calidad didáctica del que echó diez mil horas en formarse [porque pudo y quiso o le obligaron las circunstancias y el medio] para ser la dialéctica hecha carne… con esa lucidez impresentable de quienes solo miran por sí mismos cuando se enfrentan a la realidad de los demás y del mundo… con esa cosa de arañar minucias aprovechables poniendo dignidad en el arañe.
Un hombre debe hacerse cada día, independientemente de que sus días anteriores hayan sido los del triunfo o la suerte o los del cruel fracaso… un hombre debe hacerse cada día intentando ser justo y solidario, repartiendo y tomando lo que deba para intentar que el fiel de la balanza nos deje a todos hábiles para atacar los días con posibilidad.
Y no estoy singular [en todos los sentidos del vocablo] ni en singular cotizo estas palabras.
Al amanecer, justo cuando los ojos se abren al día, puedes ser el más afortunado de los hombres en alguna sección de humana pose [tener más dinero que… tener trabajo fijo… tener la amante más lasciva… tener la comida del mes asegurada… poseer hasta el asco… poseer hasta la justa necesidad… saber sonreír con optimismo…]… pero eso no es nada si, llegado el mediodía, no has sido capaz de ganarte el día compartiendo tu fortuna con quienes te rodean, y es menos si te jactas de tu situación de franca ventaja [eso sí, diciendo en cada foro pequeñito que el mundo se arreglaba con tus iluminados pensamientos] y dejas que suceda el infortunio mirando de soslayo con gesto inteligente a quienes se dan golpes que con un gesto tuyo serían risas.
Cada hombre debe ganarse su día, ganarse su presente, sin ser un diletante de la nada, sin buscar solo el bien individual y el corporativo.
Tengo un amigo grande, quizás sea al que más respeto, aunque nuestra relación constante [nos vemos cada día mucho tiempo] es de extensísimos silencios [totalmente nutritivos para mí], que dice que quien no sale al día para ganárselo en parámetros de justicia real y de equilibrio es, aunque nadie lo crea, la imagen mejor dibujada del ‘fascista’: un tipo que embelesa con su juicio dialéctico hasta el punto de convencer a todos de que él practica cada cosa que dice y que realmente no practica… que defiende su estatu como una diferencia natural y su triunfo como la falta de esfuerzo de los otros… que busca su posición de favor sobre los demás y siempre argumenta que el sistema necesita un repaso que en el fondo no quiere…
Cada hombre debe ganarse su día con honestidad [sin querer ser la Madre Teresa de Calcuta… o cualquiera de esos otros iconos paradigmáticos que seguramente son falsos] y hablando claro… que compartir no es solo dar y darse, sino buscar lo geométrico en la mano tendida.
Y en la razón de un hombre que se gana cada día con decencia para sí y para los demás, no hay filosofía masticada que lo anule ni dialéctica estudiada y pérfida que lo confunda… porque de la filosofía ‘útil’ y de la dialéctica brillante han nacido los más terribles destructores del humanismo.
Sé que es difícil salir cada mañana a ganarte el día con decencia, pero basta con intentarlo… y fracasar o llegar a término queda como algo tuyo que te va haciendo grande.

Últimamente no estoy para dar lecciones y menos para que me las den a mí, no sé si estoy en el buen camino o en un camino torcido, no atino a ver si mi apuesta es de perdedor seguro… pero puedo jurar que salgo cada mañana a ganarme mi día, y que a veces lo hago con rabia y suelto mi lengua más ácida, y que a veces lo hago con desgana y logro una chispa de luz que me endereza, y que a veces lo hago con una fuerza que no reconozco en mi cuerpo y fracaso… pero el tiempo me trae resultados bellísimos que logran que me olvide de los más estrepitosos fracasos.

Quizás la clave sea vivir en el ‘intento’ por pura dignidad.

Sí, ya sé que no existen los extremos de maldad y bondad, que todo es mezcla… sé también que a veces hago daño con mis palabras [en las que creo de verdad, que, si fuera de otra forma, no las pronunciaría] a la gente que quiero… pero mi intento por ganarme el día con decencia me lleva, entre otras muchas cosas, a dejar escrito mi pensamiento al respecto de todo lo que pase por mi cabeza… y hoy no me gusta que abunden tantos tipos con pesada presencia intelectual que, a la hora de ‘hacer’, se quedan solo en eso, en vacía ‘presencia’.

Repito, por si antes no se leyó bien… y no estoy singular [en todos los sentidos del vocablo] ni en singular cotizo estas palabras... vamos, que va por todos.

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