Saturday, August 1, 2009

Reivindiqué a mi abuelo Felipe... y estoy feliz.







*LAS IMÁGENES QUE DEJO HAN SIDO CEDIDAS AMABLEMENTE POR SANTIAGO NIETO. Muchas gracias, amigo.

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La primera noche de Blues comenzó con Joselín… los dos subimos juntos en mi coche hasta El Castañar para dejarnos llevar por las músicas negras que prometían movimiento de esqueleto y otras cosas –yo siempre espero otras cosas de los que son para mí los mejores días del año–… cañita en La Venta del Bufón, que este año ha estrenado a un par de camareros con cierto corte rural –le dan sabor al asunto de pedir cañas–, y allí coincidí con José Antonio S. P. [que no es santo padre aún, pero lo será prontito, aunque las iniciales corresponden a Sánchez Paso, je…], con Luis Rodríguez y Cocha Bueno, con Marinita y Arturo –a los que saludé de lejos– y con toda esa gente chuli que asiste a los conciertos cada año. Después de la cañita, me encontré con mi hermana y con mi cuñadete Manolín, hicimos acopio de tabaco y nos metimos en faena justo cuando comenzaban a sonar las primeras notas de la Mighty 45s… bien, estaba bien para empezar… tocaron un par de piezas de arranque y, de pronto, casi sin esperarlo, apareció la imponente figura de Angela Brown… y llenó el escenario hasta hacer sombra a todos y cada uno de los músicos blueseros que la acompañaban. Al verla, se me vino a la memoria la inigualable Dona Haytower de mis años setenta, la misma presencia y un chorro de voz muy similar, aunque absolutamente radical en su puesta en escena…
¡Vaya periquita!... envuelta en un derroche de gestualidad que a veces resultaba algo irreverente –lo que siempre se agradece–, sueltísima en el movimiento por el escenario, dominadora perfecta de su amueblamiento musical [los músicos solo pueden estar a sus órdenes cuando pisa el escenario], absolutamente divertida, feroz, irónica, elegante hasta en el calzado [unos chapines negros limpísimos de tacón bajito], provocadora, sensual… y profundamente lírica en un par de baladas que me dejaron boquiabierto… pues esto no es nada si le sumamos su voz rotunda y llena de registros que a veces parecían casi imposibles… así que bailé, salté, me dejé llevar con los ojos cerrados e hice fotografías hasta agotar la memoria de mi Nikon. Un placer completo para mis sentidos.
Después de la diva del blues... bocata con cerveza, un cigarrito cargado, charlita con You y Sandrita, que este año eran los vendedores de bocatas en el sarao, saludos a tipos como Marcos Díaz Bastos, Javi Fuentes, Villares, Juanito [que llegó tarde, porque había tenido que trabajar… pero llegó] y una larga lista de amigachos estupendos.
Y comenzó Maceo Parker… pura energía, casi chulesco en su puesta en escena y con una sección de viento para la eternidad… era funk al más puro estilo James Brown, no en vano Maceo fue su saxofonista durante un montón de años… sencillamente genial, tanto la actuación de conjunto como la del ‘chulín’… para los anales, de verdad.
Un par de copitas con los colegas –estaban también Gerardo y Victorino, que se me habían olvidado– unas risas y a dormir lleno de satisfacción y de buen rollito.
Amanecí a las nueve con cuerpo de resaca y ya comenzaron a temblarme las rodillas, pues a las doce tenía que intervenir en el acto programado por el Ayuntamiento de Béjar y la asociación Salamanca Memoria y Justicia para dejar inaugurado un monolito en memoria de todos los represaliados y asesinados por el régimen franquista en Béjar. Era una de las cosas que me había jurado hacer antes de desaparecer de este mundo y estaba hecho un flan por la jodida emoción que me embargaba [llevaba 15 días escribiendo folios y folios que rompía a los cinco minutos y, a las nueve, todavía no sabía lo que iba a decir]. Tomé una decisión rápida, pillé mi poema “Así soy yo”, le cambié cuatro versos a la velocidad del rayo y me fui al acto como un torero que fía en ese “que Dios reparta suerte”. Mi madre y mi tía Toñi estaban en primera fila, y yo había pillado por concentración un poquito de calma para no derrumbarme cuando llegase mi turno… pero de pronto invitaron a mi madre a salir a poner un centro de flores con la bandera republicana a los pies del monolito y estallé en lágrimas… no podía contenerme… todo mi vello se había erizado y estaba absolutamente descompuesto, así que me pillé un cigarrito, me retiré del grupo, me senté en el suelo e intenté buscar concentración hasta que me nombrasen para hacer mi intervención.
Cuando me nombraron, empezaron a temblarme las piernas con desmesura y no podía sostenerme de pie [nunca me había sucedido esto], así que solo se me ocurrió disculparme por el estado en el que me había dejado la emoción, sentarme a los pies del monolito y explicar a los presentes que lo hacía para charlar con mi abuelo por primera vez… leí mi poema y noté verdadera emoción en los rostros, tanto, que me costó mucho terminarlo, pero lo conseguí.
Mientras leía, me di cuenta de que entre el público estaba Julio, con el que hace unos años que no me hablaba por no sé ya qué historias, que se me han olvidado, y solo se me ocurrió acercarme hasta donde estaba y decirle que me parecía un momento magnífico para borrar tontas rencillas. Julio apenas pudo decirme un sí con la cabeza y nos abrazamos visiblemente emocionados [creo que es lo mejor que he hecho hoy, dar ese paso con una persona que tiene vivencias similares a las mías y a la que aprecio a pesar de aquellas diferencias olvidadas].
Cuando todo terminó, me abracé fuerte a mi madre y a mi tía, que habían pasado un mal trago durante todo el acto, y recibí montones de besos y abrazos de los allí presentes [yo diría que todos , absolutamente todos, tuvieron un detalle emocionado conmigo… especialmente Luisa Vicente, a la que quiero de verdad desde que miré por primera vez a sus ojos tristes].
Y me relajé hasta quedar medio gatinino… y pensé en que había hecho algo que necesitaba hacer [hablar con mi abuelo y reivindicar en público su memoria], y me salí huyendo de allí para encerrarme a solas una horita corta y buscar la calma que necesitaba.
Hoy creo que soy un hombre algo más hecho… y también un tipo absolutamente feliz. También sé que soy muy vulnerable y que no sé controlar las emociones intensas, pero eso no está mal, porque me hace sentir un poquito más humano.
Ver a mi madre emocionada y profundamente orgullosa fue grande de verdad.
Gracias a todos los que han trabajado para que este día fuera posible, mil gracias, las más sinceras de mi vida.

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