Thursday, February 18, 2010

Hoy he leído a Luis García Montero.


En algunas palabras suele crecer la hierba y aún no me he acostumbrado a no existir... y juego con mi sombra porque mirarme a los ojos ya no es nada sencillo y me molestan mucho las llaves en las puertas... solo sé contar mi historia y no llevo sortijas en los dedos, y me siento como frágil de eternidad y un poco hueco...
En algunas palabras suele crecer la hierba y aún no tengo muy claras esas flores del mal que se muestran en los tiestos, ni por qué siento pudor ante algunas miradas, ni por qué me desmayo de repente en medio de las siete de la tarde [o de las nueve]... ya nada es lentitud, y se detiene un coche con sus faros cegándome... yo le vuelvo la espalda y voy a un bar abierto a por tabaco...
En algunas palabras suele crecer la hierba y la noche es dormir o derrumbarse... me miro como esperando algo... no sé qué... y me desañado de lo que va sobrando, y especulo sobre mis próximas huellas como un simple contable, y me abro de ojos como descerrajándome...
En algunas palabras suele crecer la hierba y que se me olvidó cómo pensar en mí mismo [siempre obstinado en entenderme], y que me hago insufrible cuando debo aguantarme, y que soy peatón en las alevosías, y que me muero en números y revivo en domingos, y que no soy inocente y he dejado deseos, y que no queda tregua para lo que me asuma...
En algunas palabras suele crecer la hierba y nada tiene sueño, y la casa es ya solo sus paredes, y ser víctima no es nada apetecible, y se discute un beso mientras algo que late se detiene, y no eres de los tuyos ni de los otros, y el autobús se acerca hasta el desorden...

Hoy he leído a Luis García Montero enterito y me he reconciliado con su todo y su nada... hacía varios años que no acudía a sus versos –que un día fueron para mí bandera– y sé que no estoy huérfano en poesía... este tipo es un magnífico poeta que no desperdicia jamás ni un solo verso, que no juega a iterar por meter paja, que sabe concretar y hacer metáforas de las más hermosas que han leído mis ojos... y luego sus finales... perfectos, acertados, intensos, compilatorios, universales siempre... y después su facilidad poemática, su increíble estro como de andar por casa, esa constante sensación en el poema de cercanía, ese estar en el mismo tiempo en el que vive el Felipe lector...
He disfrutado mucho esta lectura y sé que Luis García Montero será uno de los pocos poetas que queden de este tiempo irracional y absurdo.
Gracias, Luis, por tu palabra.

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