La escena fue divina... había ido a tunear con vinilo un local público bejarano y me encontraba a solas con el tipo que vigila y cuida el sitio, un hombre entrado en años y bastante visceral en su expresión diaria... debo explicar que el local está aún por estrenar y que todos los elementos de mobiliario y decoración son nuevos.
Mientras yo pegaba los vinilos, el tipo dijo de pronto “cagüen diossssss... si es que no tienen cabeza...”, y tomó una de las sillas, que tenía cartonajes protegiendo sus patas metálicas, y le arrancó los cartones con ímpetu... “mira que les dije que lo dejaran todo perfecto, coño...”... pilló la papelera, la puso justo delante de la silla a la que le había quitado los cartones y se sentó en ella dejando la papelera entre sus piernas... “cagüen diossssss... a putas manzanas que me tiene la Vero... ya me vale...”, y sacó una manzana golden del bolsillo derecho y una navaja del bolsillo izquierdo, abrió la navaja de un vuelo y peló la manzana de una sola monda, que cayó directa a la papelera. Luego se la comió a mi espalda mientras hacía un sonido parecido al de la lluvia golpeando en los charcos.
Yo, mientras, había extendido uno de los vinilos [el mayor, de unos cinco metros] en el suelo... el tipo se levantó de su silla y, mientras decía “cagüen diosssss”, salió de la oficina pisando justo encima de mi vinilo como si fuera una alfombra y yo me llevé las manos a la cabeza mientras él hacía el gesto de que se le había olvidado algo, volviendo sobre sus pasos por la ‘alfombra’ con otro “cagüen diosssss” larguísimo. Durante unos minutos desapareció del local, y yo, después de limpiar el vinilo de sus pisadas, retiré todas las sillas que estaban junto a la cristalera que había de tunear para tener espacio suficiente donde poder trabajar con solvencia... ya estaban las sillas retiradas y el hueco hecho [y yo andaba en la habitación de al lado tomando unas medidas], cuando volvió a entrar pisando de nuevo la ‘alfombra’ de vinilo... se paró, se puso colorado de ira y gritó... “cagüen diosssss, la hostiaaaaaaaa, mira que son gilipollas... dejé ayer las sillas bien colocadas por la noche y mira cómo las han puesto, coño... qué falta de todo...”, y colocó las sillas otra vez contra el cristal mientras me repisaba el vinilo hasta por las esquinas, y se volvió a marchar. Yo no sabía si reír o llorar, así que volví a limpiar el vinilo y a retirar las sillas para poder pegarlo. Cuando estaba todo a punto, inicié el pegado de la pieza grande y no noté que el tipo había entrado de nuevo en la habitación, así que me llevé un susto de muerte cuando oí su grito a mi espalda... “cagüen diossssss, otra vez las putas sillas descolocadas, si es que no tienen cabeza, coño, no tienen cabeza... así no vamos a parte alguna...”... le expliqué que las había movido yo para poder trabajar mejor y me dijo: “cagüen diosssss, haberlo dicho, coño... los jóvenes estáis como atolondraos, la hostiaaaaa, como atolondraos, coño”... le dejé por imposible y seguí con mi trabajo.
Ya tuneada la primera mitad del cristal, tendí otra pieza grande de vinilo sobre el suelo para echarle agua enjabonada... entonces fue cuando llamaron al timbre del local... el tipo salió de la habitación pisándome el nuevo vinilo [no faltaba más, por Dios] y abrió la puerta... en dos minutos apareció con un ancianito con garrota y se metieron los dos en la habitación donde trabajaba, pisando ambos mi vinilo, por supuesto. El tipo se sentó y el viejito permaneció de pie frente a él mientras desarrollaban la conversación que sigue:
“– ¿Qué?
– Ya ves.
– Cagüen diosssssss.
– ¿Y tú?
– ¿Qué?
– Pos eso.
– Cagüen diosssssss.
– Hostiaaaaa.
– ¿Eh?
– Pos eso.
– Cagüen diosssss.”
Mientras se desarrollaba la conversación, el ancianito jugaba al golf con la garrota y mis vinilos. Y terminó la conversación:
“– Buenoooo.
– ¿Te vas?
– Mmm.
– Anda con cuidao, cagüen diooooos
– Pos eso.
– Pos eso.”
Y el ancianito se largó pisando de nuevo mi vinilo. Entonces, el tipo se dirigió a mí... “ya ves, éste, la hostiaaa, tres cartones de Ducados nos fumábamos a la semana cada uno, cagüen diossss... está hecho una pena, ¿eh?... jooooder... una puta pena... caguën diossssssss... si es que no se cuida”.
Y acabé mi trabajo como pude [y no quedó mal a pesar de las pisadas] y coloqué las sillas en su sitio original. Cuando nos marchábamos [el tipo salió conmigo del local], me dijo: “cagüen diosssss, cómo lo dejan todo, si es que no puede ser.... me han dejao todas las sillas descabalás... y yo todo el puto día colocando... hoy, dos veces... es pa matarlos, coño... no tienen cabeza... cagüen diosssssssss”.
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