Vivimos en un país en crisis que concede desde su Ministerio de Cultura subvenciones públicas de 2,68 millones de euros a la FAES de Aznar y el PP [son datos de lo concedido a ese contubernio en 2009 –en 2008 ya disfrutó de 2.861.302,29 €– que indican que esta fundación política es la que más ayudas públicas recauda] mientras a los ciudadanos se nos exprime y se nos acosa con esa historia de que esto se va al garete.
Habría que explicar que a FAES se le da esa pasta porque también hay que dársela a la Fundación Pablo Iglesias del PSOE, a la Rafael Campalans del PSC, a la Trías Fargas de CDC, al Instituto de Estudios Humanísticos Coll i Allertorn de Unió, a Europa para los Ciudadanos de IU, a la Fundación President Josep Irla i Bosch de ERC, a la Nous Horizons de ICV, a la Galiza Sempre del BNG, a la Aragón XXI del Partido Aragonés y a la Sabino Arana del PNV... todo se resume en un compadreo en el que nadie levanta la voz mientras se reparte el pastel.
Y, al igual que en las fundaciones políticas, el resto de los estratos político/sociales [federaciones de padres, asociaciones culturales, sindicatos, ONG’s, grupos religiosos, asociaciones de derechos intelectuales, asociaciones de víctimas de..., asociaciones de enfermos de..., bancos y cajas, cámaras de comercio, asociaciones de empresarios...] se mueven con las mismas balanzas de interés, condicionando cesiones a cambio de porcentajes de reparto... y todo termina siendo un círculo de silencio en el que más del 50% del dinero entregado va a manos individuales traducido en ‘gastos de administración’ que poco tienen que ver con los fines últimos presentados en proyecto.
Este monstruo de dinero regalado [es muchísimo... me gustaría que alguien echase la cuenta] es culpable en gran medida de que nada avance con los pasos necesarios, de que no se tomen determinaciones drásticas y de que no se sigan las políticas pertinentes en clave de justicia. Nuestro país está comprado por ese dinero que silencia y domina [¿quién no pertenece a alguna asociación, grupo, federación, club o fundación que reciba su partecilla de la tarta?... yo pertenezco a varios, a unos por obligación y a otros porque me apetece como tipo social que soy], por ese dinero que aminora las voces de protesta mediante una buena negociación.
Hace unos días se desarrolló el Carnaval en mi pueblín, una fiesta para salir disfrazado y dejarse llevar por la alegría general, algo que debiera asumirse directamente por el pueblo llano como un impás en el tiempo de trabajo y que la gente se tire a la calle por su cuenta a desfogarse del curro y las presiones... pues, amigos, hasta eso hay que subvencionarlo, que aquí se han pagado cien euros a los grupos de más de diez personas disfrazadas de la misma manera o formando un conjunto unitario que presentasen una foto del grupo con un cartel referido al mismo en el ayuntamiento [fue el mejor carnaval de los conocidos por mí en esta tierra estrecha y cusaquiana]... y no es culpa del ayuntamiento el que esto sea así, es culpa del carácter individual y social que nos han metido en el cuerpo año tras año. Si no hubieran existido los cien euros por grupo, habrían salido disfrazados cuatro friquis y dos borrachos, y el partido de la oposición habría puesto el grito en el cielo porque el ayuntamiento no sabe organizar los carnavales [que aún así lo grita a los cuatro vientos... siempre dejando la idea de que, si ellos salen elegidos en las próximas municipales, van a dar, yo que sé... doscientos euros]. Así funciona el asunto, y así nos va en este país en el que cada silencio y cada calma tienen un precio, por pequeño que sea. Dicho esto, también hay que decir que hay escalas, y que no es lo mismo esa subvención de cien euros a repartir entre diez o quince disfrazados [normalmente se los gastan en común y en alcohol, para gozo y disfrute de los bares de copas, que apoyan encarecidamente estas subvenciones, porque transversalmente tienen algunos ingresos extra con ellas... yo haría lo mismo que ellos], que las que se van en pagar dietas y kilometrajes de don José María [el de la tableta de chocolate] y otros como él para vender ideología, o las que –mediando alguna tragedia humana– se quedan en bolsillos desconocidos por gastos de gestión y administración o en concepto de gastos diversos [ahora están muy de moda las galas solidarias de coste elevado que arrojan resultados netos de donación ínfimos... mientras gana la SGAE, ganan los cantantes y los grupos –‘ganar’ no es solo obtener dinero directo, ¿eh?–, ganan los tipos de la barra, gana el que monta el escenario, gana el de las luces y el que abutaca, gana la imprenta que cartelea y hace entradas, gana el del autobús que trae y lleva a los músicos, gana el del hotel que los aloja... y todo con una subvención institucional previa que, curiosamente, casi siempre es mayor que el dinero recaudado para enviar al foco de la tragedia humana con la que se mercadea [¿no sería mejor que esa subvención fuese directamente a los de la tragedia humana sin tener que jugarse el dinero en el trámite de una gala?]... algunos me dirán que así ganan todos, desde la SGAE hasta el del autobús, aunque a los de la tragedia humana les llegue algo menos [si les llega algo]... y parece ser que es así como funciona esto, que el sistema es el que es y que, además, todos y cada uno salen con la conciencia bien lavada del asunto [y si es con algunas perrillas, pues mejor].
En fin, que el lío es tan gordo y tan enrevesado, que se me va la olla por lo anecdótico... y que lo que yo quería contar hoy es que a la Fundación FAES del PP le regaló 2,68 millones de euros el Ministerio de Cultura en 2009 –más que a cualquiera de las otras fundaciones políticas españolas–, pero que nadie levanta la voz por estas cosas, porque el mejor gestor no es el que hace las cosas como deben hacerse en justicia social, sino el que reparte ganando cada uno de los silencios que precisa para seguir en el poder.
Eso es todo por hoy.
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