Thursday, March 25, 2010

Las afueras



‘Nos reciben las calles conocidas...’ es como comienza el poema ‘X’ de “Las afueras”, de Jaime Gil de Biedma, y yo floto en su sangre disecada... siempre al fondo las afueras, donde el lumpen y la sosa caústica, donde el embutido se seca al frío rastro de los días de invierno, donde las casas viejas y las vacas pastando... mis afueras son de tono rural, no como aquellas que JG miraba, pero no dejan de ser afueras, con su cielo nublado y sus estacas contrastando ante un sol de atardecida, con su promesa exacta de un misterio que no va más allá de la mirada... allí voy en verano, cuando el calor aprieta y busco extraño aprisco del calor [me encanta que los términos entren en contradicción y se sostengan], allí cuando deseo buscarme nítido o simplemente extrañarme de mí para encontrarme... en mis afueras hay ruedas viejas amontonadas, mariposas, quebradas con su curso de agua, confusiones... en ellas hubo una vez un suicida que se colgó de un árbol y en sus frondas se esconden cada día los amantes para mezclar sus jugos y penetrarse lento... son árboles a veces mis afueras, castaños, chopos, álamos, alerces... pero también son setos en las casas de los pequeños burgueses...
Hay días en los que las afueras están dentro de casa, cuando me siento solo [de sentarme y de sentirme], y hacen de su horizonte el mar de muebles que están justo a dos metros de mi frente... esos días me percibo más nítido que nunca, horizontal, y no encuentro caminos para huirme.












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