Wednesday, March 3, 2010

Un viaje misterioso [y de trabajo] al mundo del jamón


A veces resulta chuli extraer alguna parte de tu trabajo para dejarla en el apartado de lo nebuloso particular. Hoy me tocó hacer un reportaje en Guijuelo y me pasé la tarde entre jamones, en una suerte de cueva de de Altamira porcina llena de oscuridad y sombras, rodeado de carne en salazón por todos lados y agotado del olor a jamón ibérico [y sin poder probarlo].
Dejo aquí algunas de las imágenes del día... vengo flipao [me contaron que las bodegas están a tope porque la crisis ha parado el sector de forma alarmante].
Espero que os guste.

















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Apuntes de unos días atrás...

“No quiero que me valoren... lo que yo quiero es vivir”... fue lo que me dijo Albertito mientras nos tomábamos un café. Todo venía porque su galerista alemana ha puesto precios altos a su obra y él me comentaba que así iba a ser difícil vender, sobre todo con lo raritas que andan las cosas con estos vientos de crisis. Yo le contesté... “amigo, por lo menos te valora”, y él me respondió con las magníficas palabras que encabezan esta entrada... purito compendio que asumo y lo anoto para mí, casi como una oración. Alberto tiene con frecuencia ese punto de chispa que también he encontrado siempre en Antonio Garrido, un puntito que da la medida de sus intelectos y de sus hermosos brillos.
Y que llovió hasta la noche en plan cansino, y que me acosté pensando en ese par de frases de mi amigo, y que me levanté con su soniquete en la cabeza, y que marché al trabajo dándole vueltas a lo que me toca el asunto, y lo dije en alto varias veces.
Comí y seguía con la historia del “... lo que yo quiero es vivir”, hasta que a la hora del cafetín de la tarde coincidí con mi Josema y cambió el tono de mi pensamiento... de pronto se me vino a la cabeza esa historia que es frecuente cuando viajas con críos y se pasan todo el tiempo... “¿cuánto queda?... ¿falta mucho?... ¿ya llegamos?...”. Le dije a mi amigo que sería estupendo, a nuestra edad, una jubilación normal y marcharnos a Benidorm con alguna excursión del Imserso para echar los últimos kikinos... Josema sonrió y farfulló algo parecido a “no estaremos para esas cosas”... yo enseguida me acorde de los críos viajeros e hice el símil... “fíjate, amigo, llegar a un hotelazo de Benidorm ubicado en primera línea de playa, en noviembre o en febrero [temporada bajísima]... encamarte en compañía y decirle: ‘¿queda mucho?... ¿cuánto queda?... ¿vamos a llegar pronto?... la última vez me pareció que se tardaba menos tiempo...’, y que ella te responda: ‘¿no nos habremos equivocado de camino?, mira que eres muy despistado y se te va la especie’”.
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[tres días después]...
Anoche me quedé trabajando hasta eso de las dos de la madrugada con unas historias de diseños jamoneros y, mientras curraba a solas y en silencio, me dio por pensar en esa desinhibida catarsis que somos cuando despertamos de una siesta o de la dormida grande de la noche... ahí no hay nada ni nadie que nos ponga el cascabel de la urbanidad y los buenos modos de comportamiento... bostezamos, nos estiramos, ponemos el gesto exacto de una cara cansada [de dormir] y certificamos con nuestra imagen que no nos apetece comenzar a movernos y a hacer.
En los despertares, el hombre es de verdad... o algo más de verdad... me gusta observar a la gente en esa circunstancia... así sé mejor cómo son de verdad.
Luego me dio por pensar en la exposición que están montando los amigos NOTESALVES para el mes de marzo [había subido a visitarlos por la tarde y pude ver los cuadros durante un ratito]. No sé por qué, pero lo que allí vi de una pasada rápida me dejó enredada la cabeza con nuevos pensamientos sobre el ‘hecho’ y el ‘valor’, sobre la condición moral del diletante y la ficción moral del artista, sobre la propia palabra ‘artista’ y sobre la palabra ‘arte’, sobre la gravedad de algunos conceptos estéticos y sobre la intuición [del no formado, como yo] ante algunas presentaciones.
Hace tiempo que sé discernir entre lo que me gusta y lo que no me gusta, pero aún me cuesta mucho argumentar esas sensaciones de aceptación o rechazo de lo mirado, y eso me molesta muchísimo, pues me deja poco menos que incapacitado y me malhumorea.
En todo caso, tengo claro que lo que no me produce preguntas nuevas, lo que no me sorprende o lo que no me inquieta... no me sirve [no me sirve a mí, claro... y eso no significa otra cosa que ‘no me sirve a mí’]... y de ese ‘hecho’ obtengo siempre, como ‘valor’, ‘mi falta de interés’ [una falta de interés que me resulta muy práctica, pues fortalece mi opinión].
Suelo mirar una presentación plástica, siempre, buscando preguntas... si no llegan [como fue en el caso de la última exposición a la que asistí hace unas semanas], busco dificultad, intento, reacción, asombro... y si nada de eso aparece, me quedo en esa ‘falta de interés’ que, como ya digo, fortalece mi criterio, que algo es algo.
También sé que detrás de cada presentación plástica [sea brillante o fallida] hay un trabajo, unas ilusiones, un gasto de gestos y un intento bien intencionado de volcarse hacia afuera... y todo eso lo respeto mucho, sobre todo desde mi mirada subjetiva unida a mi intención de aprendizaje constante [sé del peso del fracaso, porque fracaso cada día... y sé también del dolor de no poder atinar a concretar de forma plástica o escrita lo que te bulle en la cabeza]. Dicho esto, quiero con ello darle ya valor positivo al mero hecho de ponerse a hacer, de intentar propuestas creativas... pero debe haber algo más, algo que debe emanar de quien muestra sus trabajos a la mirada pública, una defensa feroz de su obra que vaya plasmada en cada trazo o en cada invención, un ‘orgullo de sí’ que sea notorio y notable, un enseñar sin temor, con descaro, sin arrugarse [eso es estar convencido]... y una propuesta intelectual que sea resto del naufragio personal del autor en el universo de su pensamiento [es lo que más me interesa, lo que busco con hambre].
Releo los párrafos anteriores y me da la impresión de que quien lea mis palabras puede pensar que me estoy refiriendo a la exposición que me produjo estas reflexiones, calificándola de alguna forma... nada más alejado de la realidad, por favor, que no se confundan mis palabras. Vi esa obra de soslayo, deprisa... debo decir mejor que solo la miré y tuve que volver a mi trabajo... pero la memoria juega a estas cosas, y ese visualizado rápido me trajo a este darle vueltas. Es mi preocupación de diletante y no la propuesta plástica lo que trajo mis palabras. Lo mismo en unos días me detengo en esa exposición y cuento mis sensaciones al respecto, pero tengo que pararme a mirar, detenerme delante de los cuadros para ver qué me producen, para ver hasta dónde me llevan.
Sí que me ilusiona tener al ladito de mi estudio ese espacio en el que la creación irá dándome sorpresas y decepciones, ganas y desganas, sustos y nuevos estados de ánimo. Tengo mucha suerte.
Y seguí con el corta y pega jamonero hasta que la boca se me abrió tantas veces como a un mandril recién comido.

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