Fue un enredo previsible el de la obra de Sir Alan Ayckbourn [“Un enredo casi familiar”], un enredo en el que los actores estuvieron más o menos bien para ser una representación en provincias, bastante mejor, en todo caso, que lo que el libreto podía dar de sí, que era muy poco... así las cosas, la noche quedó entre el gozo visual que suponía la figura de la joven actriz Cristina Peña, una delicia blanquísima; los excesos gestuales de Jorge Muñoz [era chulo ver cómo y cuándo el tipo sobrepasaba la naturalidad expresiva de la escena] y el magisterio de Jaime Blanch y Mª Luisa San José [la blandura de la obra no fue capaz de minimizar sus tablas]... y como hecho más sobresaliente, pues que una señora entrada en años se cayó dos veces durante la representación en un escalón no señalizado del anfiteatro del Teatro Cervantes bejarano, con el consiguiente estruendo [todo sin mayores consecuencias].
La lástima es echarle horas de gente con potencias importantes a una vaciedad como la de Sir Alan, aunque quizás todo termine siendo avalado por el resultado económico [cuando vino El Brujo a representar “La taberna fantástica”, los bejaranos solo fuimos capaces de completar dos filas de butacas del teatro, pero ayer estaba lleno hasta los topes, que a 15 euros la tirada, la cosa pudo ponerse en 4.500 euros de caja por cada sesión, lo que hace que lo crematístico se imponga sin dudarlo a lo cualitativo... hay lo que hay, coño].
Como andaba cansado y medio doblaíno, a eso de mitad de función me tomaron los bostezos y se me hizo algo difícil aguantar el desenlace.
Al llegar a casa, a Julia le habían pinchado una rueda de su coche [digo ‘le habían’ porque tengo serias sospechas de que por el barrio anda alguna malfollá que se dedica a joder a los demás por pura inquina, que ya son demasiados sucesos similares como para que resulten azarosos]... el estado de mis riñones no me permitía en ese instante dedicarme a un cambio de rueda, así que llevé a Julia con mi coche hasta su casa y me quedé con la llave del suyo para cambiarle la rueda por la mañana.
A las diez, ya duchadino, y aún con la doblez de cintura, me bajé dispuesto a cambiar la rueda... diez minutos hasta que conseguí descabalgar la de repuesto de los bajos del coche, otros diez para dejar enclavado el gato en su sitio y media hora para intentar aflojar los tornillos de la rueda malograda, estaban apretados a mala hostia y me cargué la llave de aflojar y apretar, que es/era una puta mierda de llave... menos mal que pasaron por allí dos vecinos que fueron a buscar herramientas de sus coches y con ellas conseguimos el afloje necesario para realizar el cambio de ruedas... me despedí de ellos muy agradecido y acabé el trabajo de montaje [yo, que soy un patoso integral para cualquier asunto mecánico]... sonreí cuando acabó todo [eso sí, sonreí agachado, porque cuando hice el gesto de levantarme, ya me resultó poco menos que imposible hacerlo... mis jodidos riñones]... subí a mi casa como pude, me lavé las manos, que parecían de mecánico, y salí a intentar engrasar el cuerpo para que me funcionase.
Y que me da la risa, una risa floja que siempre acompaña a este dolor ciático o riñonero [que no sé bien su procedencia], una risa que es herencia clara de mi madre, de la que siempre he tenido noticia de sus dolores por la intensidad de sus carcajadas... no me parece una mala herencia, no.
Luego me vine a mi estudio a escribir un rato y a fumarme con delectación, y poco a poco, un cartón entero de Marlboro [bueno, me fumé solo un paquete de momento] que Nena y Antonio me han traído de su viaje a Gibraltar [mil gracias por el detallazo a mis chicos, que el tabaco anda ahora carísimo y es un regalo apetecible y muy apreciado]... luego me dio por analizar las frases que Marino me dijo por teléfono con relación a mi novela... “me gusta, Felipe, pero no vamos a vender ni una”... “se nota que la has cortado bastante”... “está muy bien, tío, de verdad... y el final es perfecto, has dejado muy bien cerrado el círculo... creo que la tendremos en imprenta para octubre”... mi traducción de esto es que Marino la ha leído [que ya es un avance, y grande] y que no le ha parecido una novela vendible [es decir, no es una novela al uso... y eso ya lo sabía yo]; también que presenta cortes drásticos y tangibles que denotan que ha sido mutilada [por mí, claro] y que la va a publicar definitivamente, no sé si en un acto de amistad [ya he dicho mil veces que es un amigo de los de verdad] o porque realmente está convencido de que es un texto que merece edición. La verdad es que yo sigo nadando en un mar de dudas con este asunto.
Luego llegaron Sandra y You con mi Aisha, que se quedó a comer aquí una de sus raciones diarias mamoncetas y me hinché a hacerle fotos a mi niña [incluso me hice la primera foto que tengo con ella]. Verla me pone una sonrisota de oreja a oreja y me deja feliz y mondonguete.
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