Llevo dos semanas metido en la obra de Juan Carlos Martínez Peña con el fin de editar en tiempo récord un memorial que debe presentarse junto a una exposición de su obra en la primera semana de octubre... por lo que se refiere a los materiales de origen, son una verdadera putada para poder desarrollar un trabajo ágil, ya que todo se me pone en contra... imágenes con una carga excesiva de memoria que debo ir reduciendo una por una, textos de mail que no soportan el volcado a Freehand y se pierden las tildes de todas las palabras que las llevan, además de las eñes, lo que me obliga a reescribir; recortes de prensa y catálogos que requieren escaneo y tratamiento de optimización, y multitud de documentos manuscritos que exigen un trabajo parecido al de desencriptar... y todo ello mezclado con una absoluta fascinación por el personaje y por el artista, al que no conocía hasta esta fecha y del que me he quedado absolutamente prendado después de bañarme entre toda su documentación. La sensación que tengo ahora es exactamente igual a la que sentí cuando tuve la enorme suerte de poder visitar la habitación de Aníbal Núñez en Salamanca, pues permanezco totalmente erizado cada vez que tomo alguno de los manuscritos originales que dejó Juan Carlos, manuscritos en los que hay poemas primarios, pero de puro sentimiento y absoluta sensibilidad, cartas no enviadas, palabras de intención y mensajes para una posteridad en la que me da que él no creía demasiado... manuscritos llenos de manchas de tinta y con algunos trazos de dibujo, realizados sobre facturas, trozos sueltos de libretas antiguas, viejos papeles amarillentos, cartulinas secantes... me lo he leído todo, todo [y mira que resulta difícil descifrar un alto tanto por ciento del material], y estoy entrando en la vida de un tipo vital y atormentado, con las ideas nítidas y con una realidad nebulosa, lleno de angustia a veces y de voluntad positiva otras veces, desesperado, dolido, agradecido, triste... un tipo invencible en su voluntad artística y absolutamente vencido en algunos de esos tramos escritos con letra agotada y urgente.
Juan Carlos fue un artista Post-Pop, según él se autonombraba [eso se nota en las pocas críticas que he podido leer sobre su obra, pues todas coinciden en la definición del artista hasta la pura sospecha de que ponían en ellas justo lo que él deseaba que pusieran... circunstancia que se corrobora al leer luego sus escritos más largos sobre el Arte]... y aunque todos lo nombran esencialmente como escultor y le otorgan alta importancia a su statu de precursor de las instalaciones en el difícil mundo artístico sevillano [siempre rancio y reticente a la novedad], a mí me parece que su verdad fundamental era la de un hombre íntegro sobre cualquier otra máscara de lo humano... me alucina el hombre Juan Carlos, porque su halo minimiza con potencia a toda su obra, que no es manca en algunas de sus propuestas y cuenta, sobre todo, con esa dosis crítica e intelectual que me gusta encontrar cada vez que me acerco al Arte.
Después de estas dos jodidas semanas de apreturas y dificultades constantes... e incluso de cabreos magros por el avance lento de un trabajo que precisa velocidad como sea, solo puedo agradecer a Mayca y a Elena que se hayan acordado de mí para hacer este trabajo sobre su hermano... estoy encantado de que me hayan hecho esta putada tan maravillosa, aunque ande sin resuello. Poder entrar en la vida de un tipo tan especial como Juan Carlos, y hacerlo, quizás, con la misma intensidad y la misma urgencia que él vivió y se bebió la vida, es algo realmente impagable... mil gracias, jodías muchachinas.
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