Monday, July 14, 2008

Un viaje con hijos a la playa.

Es difícil recuperarse de un viaje con hijos a la playa si a la vez has tenido que asisitir a un encuentro sobre poesía y capitalismo, si acaba de salir tu nuevo libro, si llevas como encargo intentar cobrarle una factura gorda a la Diputación de Huelva, si tienes que abrazar a un buen florero de amigos a los que hace un montón de tiempo que no ves [y conocer a otros nuevos que prometen], si debes entregar un curro dos días tarde y además va de pena o si te meas encima porque un tipo tenía prisa y empujó la puerta del servicio con ímpetu y te golpea cuando andabas en lo más potente del chorro [no le sumo a esto que vinieron Urceloy y Sol –y no tenía ni idea–, que me llamó Belén y no estaba o que Lorenita andaba necesitando miradas y palabras de sosiego]… y más si me lo pasé de puta madre y conocí a Omar Pimienta [mexmen] y pude saludar a Caraoscura y a su virgen de danza indú sensual y molona, si me abracé fuerte a Antonio R. Caballero [raza pura rasgando la guitarra] y besé sin pudor a Laura Garrido [voz de agua completa], si me fundí a las barbas de mi Antonio Gómez [que se ha puesto un pendiente en la oreja y es un poema vivo con objeto], si pude rememorar los días facoceros con los hermosos vencidos de ‘Poesía Itinerante’, si achuché de refilón a Eladio Orta o a Diego Mesa y felicité a Antonio Crespo por su inédito Port Bou, si volví a emocionarme con los versos de veras de Pura López Cortés, si me tomé un café rápido con Danielito Macías y charlé tranqui con Balbina Prior, si caí en los brazos de Santiago G. Valverde y su Hanna, si recuperé la mejor sonrisa de Uberto Stabile y vi de lejos al gran padre blanco Antonio Orihuela… y mucho más si cuento que estuve con mis chicos viendo a fondo el monasterio de La Rábida, curioseando en el cartón-piedra de la cosa carabelera colombina, que hubo ‘yacuchi’ y tetas gordas desparramadas por la playa de Mazagón, baile en el faro bien entrada la noche, gambitas, cante ‘jondo’, algunos saltos de ola y muchas garzas y muchas gaviotas y muchas cigüeñas… y helados, y coquinas, y un hombre araña que me tiró los tejos, y acedías, y chocos… y cientos de kjilómetros con una calorina descuajeringante.
Y al final fui a Morille con la lengua fuera… llegué tarde. Allí estaban las tulliditas con sus muletas, don Frenandote R. De la Flor [y otra vez Antonio Gómez –poema ubicuo–], Ben Clark, Ediciones Transhumantes, Victorino [el fotero guay]… y mucha gente guapa, coño.
Ahora peno junto a mi monedero vacío y sonrío como un crío chico mirando mi nuevo librito delicioso [gracias, amigo Fabio]. Y me quiero dormir… pero no puedo.























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