Mañana tarantina porque la camarera deliciosa se soñó vigilando mi ordenata y despertó entre sudores fríos, porque brindé al Sol en el centro de la plaza de toros bejarana, con mi montera de Caja Duero, la primera faena de la mañana; porque hay una crisis que para nosotros es bilis y para el cuerno de África y la testud de latinoamérica es hambre, porque vi al colega Cipriano como un hombre respirando entre los hombres, porque leí a Valéry aquello de que “Está claro que aumentar, profundizar un pensamiento más allá de cierto punto, se opone a la vida… … la vida es lo ajeno al pensamiento – el enemigo.”, porque mi plan de pensiones con La Caixa arroja pérdidas en bolsa de más de un 5%, porque le advertí a mi hijo Guillermo que Narnia no existe y me miró raro, porque en el círculo cerrado vida/muerte hay aún descreídos y asombrados, porque el Loctite se me pega a la piel y me queratiniza, porque me cizallé las manos colocando el puñetero letrero luminoso de Félix Metro y ahora me escuezen como amigos íntimos, porque la camarera se puso un pañuelo naranja en la cabeza y enclavó un colgante de bola entre sus pechos golosos para irse a Helmántica a visitar a la inefable Angelina [hola, Angelina, ¿cómo te va, tía?], porque mi Felipón no arregla su habi y me pongo frenético, porque mi Mariángeles está desaparecida en combate y padece abulia de Historia del Arte [yo también la padecería en su lugar, claro], porque no llego a fin de mes de nuevo y, a mayores, se me ha caído encima el que mea en las esquinas de su despacho presidencial y me ha dedicado una ponencia de radio completita [como se entere mi padre va a haber más que palabras]… Sí, coño, una mañana tarantina para mirarla entre vísceras y cuajarones de sangre, pero con tranquilidad y con cierto humor ácido.
Este pueblo mío tiene sus rufianes con corbata, pero no son ni graciosos, como en otros lugares; sus empresarios tartajas de pecho inflado por las ínfulas extrañas de representar algo, sus estupiditos con despacho a los que conocí de chiquitillos con los mocos pegados justo en la comisura de los labios, sus mecánicos y albañilitos venidos a más… todos destructivos y aprovechados, todos buscando lo suyo mientras joden bien a los demás y se llenan los bosillones de sus americanas y las de sus coleguitas con las monedas que sobran… una mierda para ellos.
Cómo iba a faltarnos esta ganga entre la mena extraordinaria de gente chula que puebla el sitio.
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