Sunday, April 12, 2009

Sol de aquí [un dibujo de hoy].


12 de abril de 2009
La ciudad es un monstruo que no quiero habitar, y por eso me escondo bajo la luz directa de la bombilla de mi estudio, y me arropo en mi silla ataúd para intentar huir... o quedarme vencido... no sé.
Anoche salí a cazar imágenes de la gente tragada por la ciudad pequeña en la que habito... una marea humana seguía los compases de los pasos falsos [pesas falsas] de la Semana Santa y yo andaba buscando presas como un depredador... gestos perversos, poses ridículas... pero no pude captar ni una sola toma porque la ciudad me rindió y sentí miedo del hombre, de los hombres.
Todo es doblez y daño, puñal y bocanadas de un aire sucio... todo es falso y perdura.
Volví a mi luz directa como buscando oxígeno, pues no aguanto la sed de todas esas almas pérfidas con máscaras de santos y vírgenes... la religión somete y alimenta rencores y miedos terroríficos... es falsa de raíz y busca mentes propicias a su negocio infecto, y la ciudad acoge su estrategia, igual que los políticos con hambre de sonrisas de esa gleba sin resto racional que yo conozca... es todo un decorado de poder que aliena y que sojuzga, que somete y humilla, que produce temor y busca siervos dóciles que maten si es preciso.
Pero la ciudad también soy yo, un tipo que tuerce el gesto demasiadas veces al día y no se siente libre, que dice cuando puede y acusa duros golpes por no querer ser parte de lo que ya lo es.
Sé que esa gorda infecta, la que sonríe como una niña dulce justo frente a mis ojos, es el mismo diablo si decide tenerte como enemigo, que urde planes grotescos para hacer daño a todos y tramita su sueldo con falsos testimonios y empujones violentos... sé que aquél que ahora pone cara de corderito lleva años siendo el mayor tahúr de todos estos predios... sé que la mujer de la vela encendida, la que saluda a todos como si los quisiera, tiene a su esposo preso y torturado con sus constantes frases despectivas y sus gritos de fiera [que los oigo a diario]... conozco a cada uno porque vivo entre ellos desde hace muchos años... y hay poco trigo limpio en la luz mortecina de esta ciudad mostrenca.
¿Por qué no somos francos y mostramos a todos nuestra verdad sin vendas, sin gasas, sin los filtros de la puta apariencia?... yo soy el primero que no lo hace... y, por ello, cambio de tema.
•••
OTRA MIRADA AL DIBUJO

Si se queda en silencio la ciudad, hay un jazz como ahorcado en las farolas... si ruge, se cambian las monedas entre las manos sucias... si se calma de pronto, las puertas se adelgazan en busca de las sombras... si se cierra en la noche, nace una paradoja...
No me busques afuera, que soy esa polilla que persiste en la lámpara hasta quemar sus alas, que soy lo que otros compran mientras se gesticula una soledad nueva en mis estancias... no me busques en la peluquería, que no saben de mí desde hace meses, ni en el mercado nuevo donde la luz culmina esa alfombra de uñas por los productos rebajados... no estoy aquí, aunque veas mi cuerpo trazando entre los naipes un laberinto del que salir... no estoy porque no quiero estar en este concierto de escaleras de piedra y sobados pasamanos...
Las calles son ríos secos de un paisaje fingido.
Me miro las rodillas y sé que cada día es tartamudo, que cada hora guarda su pedazo de carne y una pieza de fruta de temporada, que aún hay vino en el vaso y quizás nos aguarde un sobresalto... me miro el vientre y sé que hay ropa por tender y gatos asombrados mirando los faros de los autos, que hay una voluptuosidad de alcobas y cierta laxitud en el colgajo.
La ciudad quiere jugar a ser una postal con odaliscas, quiere mostrarse Alhambra para los que no engordan, resurgir como inmóvil en una cartulina verjurada e hincarse en los muslos maricas de los ojos forasteros.
Yo vivo aquí y conozco la última erección de sus banderas, conozco a cada tipo inevitable, a cada ángel caído, a cada desperdicio, a cada mercader, a cada prócer con sus pantalones meados...
Es demasiada fiebre para aguantarla vivo.

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