19 de abril de 2009
PARTE DEL DÍA PARA GUAPALUPE [DE ÍTACA A ITHACA]
Otro día de lluvia y me crujen las fallas de la espalda –no en vano le eché un par de horas más a mi camita, y todo se paga–. Desperté justo para ver el Gran Premio de China de F1 metido entre las sábanas y con la persiana bajada hasta lo oscuro, con la almohada plegada para erguirme un poquito y tapado hasta el norte del bigote. No fue una carrera magnífica, amiga Gu, porque llovía a mares en Oriente y solo nos quedaba el esperar sorpresas de “acuaplaning”, pero lo disfruté.
Ya en mi estudio, recordé que estos días hay una amiga estupenda que concursa cantando para buscar salidas y me decidí a dibujarla para comerme el tiempo y, quizás, darle esas fuerzas plásticas que llegan como ganas de una forma exotérica... el caso es que me tiré un par de horitas dibujando y me resultó divino.
Sé que mañana regresas a este tedio de Ítaca, pues el viaje fue breve, y me gustaría hablarte del extraño sentido del regreso bailando mansamente en mi dibujo de hoy...
En la maleta azul, los pájaros de octubre para no se agoten de su paso oceánico, las mudas limpias, los afeites, el primor de una falda, algunas blusas dobladas con todo abotonado, un pijama, el peine y el perfume, el cepillo de dientes y algún libro adquirido en un lugar de paso... regresar supone siempre un intento de huida frustrado... y la cantante luce sus pestañas postizas y unas sandalias altas que dejan ver los dedos de sus pies con las uñas pintadas... y canta con ese raro azar del sexo cambiado...
Yo tenía un botón sin ojal, un gusano de seda,
medio par de zapatos de clown y un alma en almoneda,
una Hispano Olivetti con caries, un tren con retraso,
un carné del Atleti, una cara de culo de vaso,
un colegio de pago, un compás, una mesa camilla,
una nuez, o bocado de Adán, menos una costilla,
una bici diabética, un cúmulo, un cirro, una estrato,
un camello del rey Baltasar, una gata sin gato,
mi Annie Hall, mi Gioconda, mi Wendy, las damas primero,
mi Cantinflas, mi Bola de Nieve, mis tres mosqueteros,
mi Tintín, mi yo-yo, mi azulete, mi siete de copas,
el zaguán donde te desnudé sin quitarte la ropa.
Mi escondite, mi clave de sol, mi reloj de pulsera,
una lámpara de Alí Babá dentro de una chistera,
no sabía que la primavera duraba un segundo,
yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.
Les presento a mi abuelo bastardo, a mi esposa soltera,
al padrino que me apadrinó en la legión extranjera,
a mi hermano gemelo, patrón de la merca ambulante,
a Simbad el marino que tuvo un sobrino cantante,
al putón de mi prima Carlota y su perro salchicha,
a mi chupa de cota de malla contra la desdicha,
mariposas que cazan en sueños los niños con granos
cuando sueñan que abrazan a Venus de Milo sin manos.
Me libré de los tontos por ciento, del cuento del bisnes,
dando clases en una academia de cantos de cisne,
con Simón de Cirene hice un tour por el monte Calvario,
¿qué harías tú si Adelita se fuera con un comisario?
Frente al cabo de poca esperanza arrié mi bandera,
si me pierdo de vista esperadme en la lista de espera,
heredé una botella de ron de un clochard moribundo,
olvidé la lección a la vuelta de un coma profundo.
Nunca pude cantar de un tirón
la canción de las babas del mar, del relámpago en vena,
de las lágrimas para llorar cuando valga la pena,
de la página encinta en el vientre de un bloc trotamundos,
de la gota de tinta en el himno de los iracundos.
Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.
En la maleta azul, la nata del regreso, con su compás de nadas, con su estúpido afán de paréntesis del tedio, con su tiempo pasado, con su gas desgastado buscándose en el rol del cuadernito que llevas en el bolso de mano... ‘regresar es cobarde’... y recuerdas las palabras de Jean Louise Sanders... “los muertos son ellos, yo solo he caído...”... la cantante se gira, divina en el rojo de su vestido de gasa, y repite la estrofa ... “Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo...”... y una lágrima arrastra su rimmel porque sabe que no hay un regreso posible, que cada paso dado no tiene descanso en su huella y hay esquinas pendientes con navajas y bocas abiertas.
Regresar es cobarde... y no sabes aún que también imposible.
Y el Pacífico abajo, con sus deuda de criaturas marinas y sus pecios antiguos, contemplando la danza de dos seres desnudos bajos los transatlánticos... el regreso es piedad hacia el lugar al que vuelves... y contienes las lágrimas.
La cantante desnata la tarde con su voz de calor y de piñas, desabrocha los ojos lascivos de los mozos de sala, vuela en gestos de malva mientras busca en su voz la salida hacia todo lo amniótico... y se entrega como una vestal a los tercos oídos del público... su regreso es más duro, si cabe, que el del pez que desova en el río esperando la garra del oso... y en el baile abisal y desnudo, los que danzan le siguen el ritmo.
El regreso también es espera de volver a volver y a envolverse... y también es cobarde, ya digo.
Vuela, Gu, y mira abajo en tu vuelo, busca el tango o el vals en el agua, guarda todo ese baile en los ojos y sabrás que el regreso es la vida, de la nada a la nada, regresar siempre... a pesar de que sea imposible.
•••
DESDE ITHACA A ÍTACA [LAST DAY DE GUAPALUPE]
Hola querido luisisto, no te creo del todo pero vale,
me encanta que me dediques tus entradas. Mi sobrina la investigadora
te podría contar mucho sobre USA, cómo se tienen que buscar
la vida hasta los poetas más poéticos. En cuanto al tratado me
estás dando material por si vuelvo a dar clases, sigue sigue.
Sobre los 400 no entiendo bien, leeré más despacio.
¿Y que pasó con los dientes? No tengo tiempo ahora de cargar las fotos
pero conseguí pillar a una familia de ciervos que se dejaron,
son jovencitos o hembras porque no tienen cuernos
(paradojas de la vida eso de que las hembras no tengan cuernos).
También saqué fotos en un mercadillo de granjeros y a una orquestita
de tres oriundas que tocaban junto al lago. Del Central Park
saqué unos vídeos de ardillas (las pocas que no escuchaban a G)
que tengo que descargar. Ya vuelvo mañana, estaré en Madrid el
lunes y me pondré como posesa a ordenar mis tomas.
Dejo a tu erección (ja, ja) colgarlo ahora o dejarlo para cuando
te mande las fotos. Besos, besos y besos.
•••
Al amor de mi respuesta de hace un par de días sobre cómo darle unidad a un poemario, parece que al personal le va la marcha y me quiere hacer entrar en eso que nunca me ha gustado, los talleres de poesía [aviso de que paso del asunto]. El caso es que me han llegado algunos mails con intención de que hable de temas concretos referidos al mundo de la creación literaria [lo iré haciendo cuando me apetezca y siempre que me interese el tema, no con afán de enseñar, que no tengo ese valor ni sus potencias, pero sí con el gusto de compartir]. El caso es que esta mañana me llegó un mail denostando las formas de versificación cerradas y echando un grito al aire por el verso libre, ése que creemos practicar todos con la facilidad del tonto de misa y que muy poquitos son capaces de llevar a un término aceptable. Picado y con ganitas de contar, me meto en esa turbia marasma de la poesía en verso libre para intentar dejar [dejarme] algunas ideas claras.
SOBRE LA FALSA FACILIDAD DEL VERSO LIBRE
Aclaremos primero, antes de entrar en la materia oscura, que el verso libre es campo abierto para quienes no saben nada de poesía, porque no tuvieron voluntad ni reaños para formarse, y la intentan; para poetas malos que quieren epatar ante las chicas con gestos grandilocuentes y no aprendieron nada en el colegio [ni siquiera dónde se ubican las tildes diacríticas] –para ellos es una solución estupenda el verso libre, pues si atacan estructuras cerradas, suelen equivocarse en la medida, no controlan el ritmo y arman con rimas fáciles monstruos farragosos e hilarantes que los dejan en el más puro ridículo y nos llevan a la vergüenza ajena–, para poetas jóvenes con prisa y sin valores de vida aún marcados y para mercaderes del slogan y el hip-hop.
Cuando se huye de las estrofas medidas y de las formas rimadas, y se hace con criterio, conociéndolas y habiéndose entrenado en ellas, y se decide crear en verso libre, uno se da cuenta enseguida de que es la más dificultosa de las formas poéticas, pues exige que el poema se sostenga con afinación, ritmo interno y esas pausas blancas de respiración que le otorgan al poema su exacta cabalgadura... el poema entonces toma musicalidad [es fundamental, pues, tener instinto en la entonación y ser poseedor del ritmo, circunstancias que suelen tomar algo de facilidad cuando uno ha caminado mucho tiempo por las estrofas de metro fijo y los tipos clásicos de versificación, hace que el verso libre termine siendo poesía].
Mientras que en las estrofas clásicas existen ciertas afinidades temáticas que se adaptan mejor a uno u otro tipo de contenidos [las décimas van de lujo con la poesía lírica, los versos de pie quebrado enganchan sin problemas con la muerte, los tercetos caen estupendos en las elegías o en los poemas con enseñanza...], en el verso libre es el poeta el que debe adaptar la extensión de los versos, las respiraciones, los acentos, el ritmo y las rupturas poemáticas al tema sobre el que está creando, de tal forma que el poema responda en su cadencia musical a la sensación que quiere dejarse en el receptor, circunstancia que deja un campo infinito de trabajo que no presentan nunca las estrofas clásicas por ser cerradas y muy concretas en su estructura... así, un buen poeta en verso libre –quien lo conoce y lo usa contando con todos sus valores y potencias– es un poeta magnífico, y quien no lo conoce y lo practica sin rubor, termina siendo una pifia que, además, demuestra en su descaro sus carencias sin siquiera saberlo, mientras alza la cabeza con orgullo narciso [algo así como cuando de críos hablábamos inglés en ‘guachi-guachi’ para hacernos los importantes].
Por otra parte, el poder del buen verso libre radica, desde mi punto de vista, en sacar a la poesía de su carácter ritual [conformado por la reiteración de sonidos, algo que pertenece a las formas más primarias del pensamiento humano] y llevarla a una altura intelectual acorde con los nuevos caminos tomados por el hombre que siente, piensa y habla en parámetros de evolución hacia mejor y más complejo o mejor y más simple [ambas soluciones sirven al avance humanista]. Al huir de la rima y el metro, se elimina del poema previsión y facilidad, consiguiendo con ello predisposición del receptor a la atención y a concentrarse en aras de obtener cierta altura reflexiva.
Así las cosas, el verso libre se conforma como el de mayor dificulta de ejecución, a la vez que termina siendo la mejor herramienta de desenmascaramiento de los falsos poetas.
Yo le pido a un poeta que sepa escribir en estrofas clásicas y lo haya hecho [aunque haya sido solo como entrenamiento y formación], bordando temas y formas, ciñéndose con éxito a cada norma impuesta por conocerlas y practicarlas... y que luego me demuestre su pericia en el dificilísimo arte del ritmo interno... y de ahí al respeto van solo unos milímetros... me tiene ganado.
Visto el asunto, podría decir que el 99% de los poemas que leo y están realizados en pretendido verso libre me suenan igual que cuando escucho cantar a Leonardo Dantes ‘El Baile del pañuelo’.
Es triste, pero es cierto.
¿Entendéis ahora por qué no quiero escribir sobre estas cosas?... acabaría con un montón de gente cabreada conmigo... y no es que me importe demasiado, pero ya ando mayor para malos rollos.
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