Metáfora y concepto, pensamiento y poema, realidad y placer, razonamiento y sueños… la Poesía y la Filosofía dialogan constantemente, a pesar de la tendencia [presuntamente] imitativa de la primera y de la empecinada y seca búsqueda de la verdad de la segunda [Platón ya admiraba a los poetas de verdadera inspiración porque eran capaces de decir “cosas de tanto precio y valor” sin tener que esperar a la prueba de validez que aporta la razón, otorgándoles una suerte de lucidez irracional cercana a “la locura de los dioses”… y a más fue Hölderlin cuando enunció en ‘Hiperión’ que “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa”].
En el decurso del tiempo, las verdades poéticas [a veces mejores que las del filósofo] llegan sin pensar, es decir, por ‘inspiración’, circunstancia que se produce por un estado alterado del espíritu y no por un proceso racional y metódico… y desde aquí se llega [se debe llegar siempre que, hablando de un poeta, hablemos de un buen poeta, y no de otra cosa… que hay demasiada ‘otra cosa’ que se autodenomina poeta e intenta poemas que, también, son otra cosa] a la mixtura de la satisfacción estética con la satisfacción intelectual, resultando que la Poesía es fruto de la capacidad de pensar, pero sobre todo de la específica capacidad de ‘imaginar’ [Kant y Hegel nos llevaron a estos conocimientos en su día]. Así las cosas, llegamos a concluir que la Poesía no tiene limitaciones, ya que puede excederse cómo y cuanto quiera en la experiencia sensible, creando nuevas realidades, excediendo, por tanto, lo concreto y atado… mientras que la Filosofía es limitada, precisamente porque no puede excederse de la realidad concreta.
Es delicioso leer a María Zambrano cuando explica que la Filosofía es búsqueda guiada por un método y que la Poesía es encuentro… y caer en la cuenta de que con una metáfora somos ‘capaces’ de llegar allá donde el concepto no podrá hacerlo nunca.
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Y que Paquito Tejeda, sin más, de pronto, como una magia de mago mágico, se presenta en mi estudio con un regalo magnífico… una imprentita antigua de madera que me deja absorto y absolutamente agradecido por lo que para mi representan este tipo de objetos llenos de historias particulares en las que bucear cuando me quedo a solas. Gracias grandes para mi Paquito, no solo por el hermoso regalo sorpresa, sino por demostrarme cada día que aún tengo gente a mi alrededor en la que confiar y a la que querer… me cachis, si hasta me estoy emocionando, coño.
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