Tuesday, September 29, 2009

El positivismo fenomenológico... je, je.


Todo lo real termina afectado por el tiempo, pero lo ideado, no [mientras que el número nueve, por ejemplo, no envejece, sí que lo hacen los nueve castaños que están frente a mi ventana, pero tampoco envejece la idea de castaño]. Así, hay una dimensión real de las cosas, de los objetos, de los seres animados, que está absolutamente atada al tiempo, a sufrir cambios y acabamiento en el tiempo… pero hay otra dimensión, la ideal, que no sufre esos trastornos temporales, precisamente por su condición de ideal [aquí están incluidos los números, los colores, las especies, las figuras…]… esto es exactamente el positivismo de Husserl, que no niega ni afirma la realidad de las cosas, ni su existencia, se abstiene, ya que cualquier actuación cambiaría la cualidad del objeto sobre el que se actúa.
Percibir ya es enjuiciar, hacer existir de una forma u otra a lo percibido y tomar partido por una manera de ver… entonces Husserl se abstiene, no duda, no niega, no afirma… con lo que llega a la conclusión de que no se equivoca… ¿no está mal la fenomenología –qué es como se ha venido a denominar esta importante corriente filosófica–, verdad?... vamos, que dan ganitas de ponerse a mirar al mundo con esos ojitos Husserl de carnero degollao y hacer una descripción fría de lo que es y no de lo que parece ser [sin negar, afirmar o dudar]… y el mundo real [utilícese aquí el término en su calidad de lo afectado por el tiempo] se nos caerá encima como una losa… políticos, deportistas, hombres de la cultura, grandes empresarios, gurús mediáticos, economistas, arquitectos, cantantes [estos conceptos son ideales, como veis, pues no están sujetos al decurso temporal, pero pongámosles nombres conocidos y, zas, ya están sujetos al tiempo por reales]… todos afectados por la angustia de la contradicción [yo también, claro, pero mis decisiones y mis actos apenas afectan a cuatro gatos, no a multitudes]… ¿qué haríamos con ellos?, ¿resistirían solo diez minutos de tratamiento fenomenológico?... yo creo que no, ni cinco segundos.
Lo malo del asunto es que no nos importa tanto el color rojo como que la manzana que nos comemos sea roja y deliciosa, y es que la realidad nos puede y nos obliga al continuo calificativo de lo aparente, nos obliga a negar y a afirmar, nos lleva a dudar y a tomar posiciones en función de lo que sea mejor o peor para nuestra realidad individual [sujeta al tiempo, repito], no para el ideal que terminaría conformando parámetros puros en los que moverse.
Yo, por mi parte, creo que la poesía juega un poco con todo esto [cualquier actividad creativa lo hace], y es uno de los aspectos que más me hacen permanecer en ella con encono [y sin demasiados resultados, que todo hay que decirlo]… jugar con lo real y con lo ideal intentando cambiar sus roles, enredarlo todo hasta el temblor o el dardo… y ahí todo vale, lo juro… todo vale.

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