“Era una boda de críos / los ciegos daban su parabién / ya se veía que el chico / amaba a aquella mademoiselle / dieron la campanada y ahora son / madame y monsieur / “c´ets la vie” dicen todos / y quién lo iba a suponer... / ...compraron muebles a plazos / arreglaron el cuartito aquel / y la nevera llenaron de pollo frito y ginger-ale / él encontró trabajo / el sueldecito les llegaba bien / “c´ets la vie” dicen todos / y quién lo iba a suponer...”... Entre Chuck, Auserón y Tarantino... así marchan lentos los días de calor bejaranos, y las calles se llenan del sonido de Saint Louis para mezclar esa falsa moneda de aquí con un ardor que a veces tira a lúbrico y otras veces a alcohol caliente...
Cuando los días sobrevienen así, Faulkner y Furedi juntos, donde camina una chiquilla con moreno de ayer y shorts escasos, yo veo a una muchacha con faldita de vuelo dejándose llevar de su brazo hasta un cine de verano... y a ratos todo es carne y colinas, hendiduras y blondas o el candado de muslos de unas piernas... y el día se hace olores [entre sudor y geranios] que se extienden buscando transformarse en caricia, en roce, en peso, en lenguas y saliva... y a veces dos segundos de brisa que son meta y dislate... y, con ello, la música... una música peligrosa y clorhídrica que excita y llama al tipo alucinado que llevo escondido en la gatera... y me siento vivo.
Pero... ¿qué es estar vivo?...
Desear, fundamentalmente desear... y suponer el choque de dos trenes biológicos, surfear en sudor y enhebrar otro cuerpo con manos delicadas haciendo un oleaje... sí, desear es estar vivo... aunque todo se quede en oscuro deseo...
Salgo al mar de la calle y el sudor es mi signo al primer paso. Camino lento y pesado, pues mi cuerpo de julio pesa bastante más que en los meses de invierno [pesa para arrastrarlo, claro]... y me integro despacio en este mar de ojos que es ahora la calle [el verano es fundamentalmente para los que llevamos años de entrenando miradas]... apenas pasa gente a esta hora y los pocos viandantes buscan sombra y el cobijo de uno o dos grados menos... el verano es de pechos que brillan en el abismo atroz de los escotes, de braguitas escuetas abrazando el pudor de unas caderas, de muslos largos, largos... infinitos. El verano es para no tener, pero creerlo, porque el deseo es eso... suponer que algo roza en lo que miras.
Aguanto diez minutos en la calle y vuelvo a mi refugio [que hoy es una nevera a veintisiete grados]... bebo Coke de un trago largo, eterno... respiro hondo... escribo sin memoria del minuto anterior... fumo y escucho recostado a Chuck... y pienso en esta capacidad de ponerme caliente solo con cerrar mis ojos... es solo que estoy vivo, es verano, mi química responde a los estímulos...
Lo que a veces el cuerpo no puede hacer... lo hace la cabeza por su cuenta.
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