No sé si fueron los cigarritos mágicos... el caso es que juro que allí había un bajista tocando con guantes negros, pululaba por el lugar cierto espíritu sesenta trasegado en una mujer con un exagerado peinado afro, había dos tipos con Harley tomando Fanta de limón, Pablito se daba golpes con dos dedos en el brazo, un pijo ancianito bailaba poseído moviendo la cabeza, la latina de blanco se presentó de negro, un tipo de estética del Medio Oeste se encendía cigarritos liados con un mechero de mecha amarilla, una pareja mayor tapaba con mimo a una cría que dormía en su carrito [eran casi las cuatro de la madrugada], un borrachito joven estaba empecinado en hablar desde abajo del escenario con el tipo que estaba cantando y en una esquina andaban los jodidos representantes de los grupos blueseros reclamando servicios absurdos y pagos convenidos... y yo estaba en una nube fantástica que venía de la falta de sueño, de toda la acumulación de malos tiempos recientes, del puntito de alcohol y de la música molona que me entraba por los oídos y por los ojos [quizás también por los cigarritos mágicos... no sé]... el caso es que entre bajones y subidones me lo pasé de perlas, bailando a mi modo, coreando algunos temas, haciendo fotos, bebiendo cervecita fría, charlando con colegas o simplemente dejándome estar sentado a los pies de la barrera de la plaza de toros bejarana.
Quede para los anales que Bill Evans cuajó una actuación maravillosa en la que el soulgrass me pegaba duro en los padentros [a Robben Ford lo tenía entre sombras, aunque dejó algunos ratitos divinos de guitarra y de voz]... que los fabulosos Thunderbirds son realmente fabulosos, sobre todo esa armónica inigualable de Kim Wilson, un calvete mayor y blanquito que no da imagen de lo que regala en el escenario, que es una verdadera pasada... que Michael Hill fue el cierre que más he disfrutado desde aquél del tristemente desaparecido Skeeter Brandon con su ‘Georgia’ mítico [lo tengo grabado y lo escucho mucho, mucho, mucho... y os lo dejo aquí para que os hagáis una idea de la pieza que Skeeter nos dejó en Béjar antes de desaparecer].
Y que acabó el blues otra vez, aunque yo sigo en esa nube de cigarritos y estrellas arriba, una nube en la que me encanta estar y de la que no querría salir nunca.
Un abrazo agradecido a Miguel por propiciarnos momentos tan especiales.
Dicho y hecho.
Gerardo, Chiqui y Elenita.
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