Sunday, December 20, 2009

El dulce paso de la inevitabilidad



Me levanté esta mañana como queriendo ver nieve en el espacio que acota mi ventana, pero no, solo hacía un frío implacable y el cielo se mostraba de ese azul insultante que en primavera es puro gozo [no ahora, claro]… me duché como pude, que el jodido frío no me dejaba actuar con fluidez, y, ya con el albornoz puesto y apretado, me dio por pensar en las distintas formas de limitación que nos acucian cada día –unas que proceden de la imposiblidad, que es la peor manera de estar limitado en lo absoluto, y otras que proceden de nuestro proceso moral y del de los demás–. La imposibilidad, para mí, tiene como placebo a la incertidumbre, a ese plantearse tontas dudas como: “… ¿y si al final fuese inmortal?... porque, por lo que veo, hasta ahora solo se mueren los demás”… ya sabemos todos del absolutismo de la muerte, claro, pero no nos viene mal dudar alguna vez, como no nos viene mal tenerla presente en todo momento, ojo.
Así, contra la imposibilidad, y sobre todo contra las limitaciones, hay un concepto mágico que –a mí por lo menos– nos ayuda a seguir, y ese concepto no es otro que ‘la ilusión’, a la que podemos convertir en un estado de uso cuando no encontramos salida…
La ilusión es un proceso hacia el futuro, pues quien se ilusiona lo hace en base a que algo puede suceder y que propicie un cambio a mejor. No está mal, por tanto, atacar a las limitaciones a lo inexorable con una buena dosis de ilusión, coño, que para cuatro días que estamos…
Otra forma de ataque a lo que es o nos parece imposible es el olvido [peligroso siempre], que viene a cumplir de forma leve el papel de la muerte y que en algunas ocasionas puede propiciarnos un estupendo trampolín de salida hacia lo nuevo, hacia lo distinto… pero se debe constituir el olvido en materia de crecimiento, no en campo de decepción –en esta trampa caen muchos hombres, pues el olvido que camina junto a la decepción no es olvido verdadero, y mucho menos es un empuje hacia la positividad–, pues nos encontraríamos presos de la depresión [términos encontrados y curiosamente juguetones].
También podemos dejarnos deslizar por eso que se llama ‘la inevitabilidad’, dedicándonos a exaltar cada una de las cosas que nos son propicias y dejando que las inevitables sucedan sin más, a su jodida bola, como siempre lo hacen… este formato no es malo, pues no se gastan fuerzas en luchar contra lo que no se puede luchar [aunque no se debe abusar de la resignación].
El caso es que me vestí a toda velocidad, pues no está el tiempo para meterse en lentitudes, me embufandé y me tiré a la calle… inmediatamente me di cuenta de que el frío de hoy es una de esas circunstancias inevitables [también pasajera, claro], así que me ‘resigné’ y me escondí junto a la estufita a escribir esto… que no pasa nada si a mí no me pasa nada… o algo así.

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