Saturday, September 22, 2007

"... aún no conoces años indiferentes".

En esta rueda de relecturas que he iniciado, me doy de frente con Miguel Suárez, un poeta que siempre olvido en el fondo de cualquier sitio y que termina apareciendo con esa “Perseverancia del desaparecido” que es marca en él.
Miguel es un poeta extraño que me gusta mucho, un ejemplar difícil de encontrar ya en este tiempo de prisas y reprises. Se mueve de otra forma, camina en otro tiempo [que no tiene por qué ser pasado… ni tampoco futuro], habla de otras verdades y de otras intenciones… No sé, pero me encanta [“… Erguido tú / surgido de entre las sombras / silba que aún no conoces / años indiferentes.”].
La última vez que coincidí con Miguel Suárez fue en uno de esos encuentros moguereños que tan bien organiza Antonio Orihuela. Miguel aparecía y desaparecía como el Guadiana, siempre con una copa en la mano. La última imagen que tengo grabada de aquel encuentro es a Miguel recogiendo monedas de los colegas para poder pillar billete hasta Pucela… se había fundido todo lo que llevaba más lo que le pagaron por su ponencia. Un tipo importante como pocos.

(11:25 horas) Hay una cirugía de papel [el maltratador de zenobias escribiría ‘cirujía’] totalmente capaz de arreglar el mundo o destruirlo [me refiero al mundo del hombre], y es que nos hemos empeñado como especie en ser incapaces de dejar que el mundo siga su curso hasta el final de los finales. Tenemos que firmarlo todo, poner nuestra huella dactilar en cada uno de los sucesos que nos pasan por encima y por debajo… y estamos convencidos de que podemos doblegar el decurso natural. Nuestra meta es matar las cosas para poseerlas ya muertas, destrozar las ideas para editarlas y venderlas… matarlo todo, todo, todo… que es la más preclara conclusión de victoria.
El hombre busca su autodestrucción porque la quiere, porque genéticamente la precisa en esa cosa tragicómica de que ‘cuando yo muera, todo morirá conmigo’. Tener con el fin de desposeer a los demás, destruir lo gozado para que otros no lo gocen, explotar lo descubierto para que el mundo se arruine pagando por ello.
Hace unos días leí la noticia de que se ha descubierto una vacuna contra el cáncer de útero y que estará disponible en las farmacias a un precio aproximado de 300 euros, conteniendo las tres dosis precisadas para hacerla efectiva. Es trágico el jodido clasismo del dinero, además de absolutamente inmoral: un gobierno se gasta el nisesabe en sus ejércitos y los dota de armamento carísimo [y absolutamente democrático, porque es capaz de matar a cualquiera con él, sea rico o pobre, guapo o feo] y, sin embargo, no atiende a estos gastos pequeños en términos comparativos para beneficiar a todos sus ciudadanos.
Que le den bien por el culo a los tanques molones Norteamericanos, a los Harrier humeantes de despegue vertical, al almacén de bombas de racimo y a su puta madre… y también a quienes los producen y a quienes los consumen con dinero público. Un pueblo sin armas bélicas y con armas gratis contra la enfermedad es un pueblo moderno y con valores tangibles.
El clasismo lo arma el dinero particular, pero tiene cojones que en estos tiempos que corren también lo alimente el dinero público: ponerle precio a una vacuna es dar derecho a la vida a una parte de la sociedad y negárselo asquerosamente a otra.
La solución es muy fácil: acabar con las multinacionales farmacéuticas y propiciar que la investigación y el desarrollo de medicamentos sea estrictamente público, de tal forma que los resultados obtenidos puedan ser gozados por toda la humanidad de forma gratuita y masiva… y menos bombas, y menos aviones, y menos submarinos atómicos… y menos lobos.
Con el hambre y la sed, pues más de lo mismo, coño.
•••
Y de repente me arranco con un poema que anda en la cabeza y tiene la voluntad de ser largo... y escribo de un tirón lo que sigue [el título lleva meses escrito, pero no emanaba el contenido]. Aún le faltan como mil versos... ya saldrán...:

SOMEBODY’S DONE FOR
[La suerte está echada]

Buscar razones para darme un respiro
es al final el norte
que vengo persiguiendo
desde hace veinte años
sin saberlo

No me ayuda escribir
o si lo hace
no lo tengo muy claro
pero el resumen es
todo un tiempo perdido
en pasiones y ritos
que se deshacen solos
que me deshacen
con esa longitud del caracol
empeñado en un tallo que lo lleva a la muerte

Algunas veces deseé ser
y fui
por un instante
como el rayo lejano: rugí y brillé
como un murmullo
que se perdió enseguida
con una lluvia de otros

¿Por qué no me avisaron mis mayores?
¿Por qué no me dijeron
que todo se resume en pasar
sin demasiadas cargas
sin demasiado ruido
hasta borrarlo todo?

Yo pude percibirlo
en el relativismo de mi madre
zurciendo las rodillas en unos pantalones
bajo la parra verde
de aquel patio común
tan compartido por la luz y los charcos

También en las constantes ausencias
de mi padre

‘Hay que comer, hay que pagar, hay que comprarte ropa…’

pero no le hice caso a aquel instinto
que me decía: ¡Detente y mira!

Y ardí en las estructuras y con ellas naufragué
o no naufragué
que el náufrago mantiene siempre
un puntito de luz o una promesa
[la palabra ‘esperanza’ me da miedo]
mentí con la mentira más común
y eso no es grave
hasta que me mentí a mí mismo
y eso es lo peor que puede sucederle a un hombre

Mientras tanto
llovieron los septiembres

los pechos desnatados de mujeres lascivas
pusieron en mi cuerpo cuatro cruces:
el amor
el deseo
la pasión
y la carne
Qué mala solución para un muchacho atlético
cuatro cruces de hormonas desatadas
con las que malvivir
junto a ese absurdo miedo de la mirada franca

Me he reído de todo
al fin y al cabo
y no está mal
pero sin completarme
como se completaron los muertos
por la libertad o la justicia

(tampoco hay nada que merezca una vida
o una muerte a destiempo)

Y cayeron las ganas
como calló la utopía
y se perdió el significado de tantas palabras
que ahora solo aparecen
en los finos estratos
de lo que fue y se ha ido

[continuará] © Luis Felipe Comendador

•••

(13:45 horas) ¿Es posible perder lo que ya está perdido?
De FUMADORAS

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