Llegué a lo de Carita Boronska con el cuerpo machacado y la cabeza loca por esa gilipollez que se llama Historia [y] del Arte [en el IES Ramón Olleros debieran llamarlo ‘Histeria (y) del Arte’]… cuando quienes las imparten juegan a ser terribles gárgolas de catedral o esfinges tebanas que despeñan implacablemente a los viajeros [alumnos] más confusos por su abismo de rigor pacato.
Carita se apareció bellísima, dulce, angelical… mágica en su traje negro y rojo de emocionada preñez. Cantó como una diosa sobre el decorado musical de tres instrumentistas geniales y dejó cierto sabor Céline Dion, un puntito afrutado del mejor ‘Tapestry’ de Carole King y una cosita Peyroux mezclada con ese ‘chassss’ rap-jazz tan sugerente en su versión divina del tema Beatles “don’t together”.
Disfruté como un crío con ese directo y, a los postres, la besé entre bambalinas mientras me quedaba alucinado ante sus misteriosos ojos azules.
Será grande Carita Boronska… porque ya lo es.
PRECARITA
Los prolegómenos del concierto Boronska fueron de cola moscovita propiciada por la generosa gratuidad del evento y por el retraso ensayero de los artistas. Yo estuve allí desde las nueve y media y ya me tocó a media cola mientras me acordaba del rabo de nube de Silvio.
Hacer cola es siempre curioso y algo nerviosero [hacía años que no participaba directamente en algo parecido]. Al primer volteo de cabeza, para decirle hola a un colega que pasaba, se me pusieron delante siete viejales metiendo el culo [ante tales carnazas no suelo hacer agua] y tirándome patrás con un insufrible olor a pachulí que me obligó a retroceder tres casillas con todos mis familiares. No protesté por eso de la edad de las ‘fruteras’ y de su ilusa pretensión de oír a la Boronska lanzarse por “Paquito el Chocolatero” [es lo malo de lo gratis]. Permanecí en mi puesto y, de pronto, con elegancia suma, un zorolo de mi edad y con pelo blanco [va siempre de educadísimo por la vida] se acopló con descaro, y como si nada, en los puestos delanteros con su señora esposa mientras el personal elevaba la voz para llamarle en alto ‘cara dura’ [mereció la pena dejarle estar en el lugar robado para escuchar los mil comentarios que empezaron a correr entre el público sobre su persona]. Mientras se desarrollaba lo del zorolero, un matrimonio lumpen con sudada de meses me hizo la piruleta [fue peor que el pachulí] y claudiqué al instante con el correspondiente [y segundo] patrás… con el resumen de que a la hora de la apertura de las puertas cervantiles ya había perdido más puestos que el farolillo rojo en la subida a los lagos de Covadonga… pero entré y pillé asiento justito delante de un follonero entrado en años que ya empezó a quejarse de que no iba a ver conmigo delante… y salió la Boronska y se me olvidó todo con aquella puesta en escena tranquilita y deliciosa.
Este país ya no está para guardar cola… ni para cerrar filas.
Y no es malo.
De FUMADORAS |
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