Saturday, September 1, 2007

La palabra es una realidad aparte de la realidad.


La palabra es una realidad aparte de la realidad, pues le da forma y la deforma a la vez [a la realidad, coño]… Yo, que ya he visto morir a amigos y enemigos, que he sabido cómo se suma y he aprendido a empujones cómo se resta, que he amado y odiado [aún amo y odio], que he estado al lado del éxito de verdaderos zotes y del triste fracaso de tipos valiosos, que no sé ser padre y ya casi ni lo intento, que le tengo miedo al dolor por encima de todas las cosas [al de adentro sobre todo], que he deseado intensamente y me he dejado llevar por la abulia entera, que he comido hasta hartarme en mesas impensables y no he pasado hambre jamás, que he bebido lo justo, pero no lo necesario; que he fumado como un suicida [y lo sigo haciendo], que me he reído hasta de mí mismo y he llorado cascadas por otros, que he levantado la voz creyéndola cargada de razón, que me he equivocado y no lo siento [faltaría más], que me he enamorado hasta el temblor, que he conocido el placer físico y ese otro placer inexplicable que viene de recibir lo creado por otros y de intentar crear, que he querido desaparecer mil veces y otras mil veces he dado la cara por la vida hasta agotarme, que he mentido mucho [pero nunca lo suficiente], que he saldado mis deudas y he vuelto a endeudarme, que he hecho amigos y también los he deshecho, que he dormido a pierna suelta y también he velado el sueño de mis hijos, que he aprendido con hambre y por mi cuenta, que nunca he sabido esperar, que he adjurado de la fe que me dieron mis mayores por propia convicción, que he sido tonto y listo, que he buscado hasta agotarme [y aún sigo buscado… hasta el resuello]… Yo, masculino singular, con el pelo ya blanco hasta en el pecho, vencido por todos y empeñado en continuar el juego, me declaro en absoluto estado de excepción y adjuro de las hipérboles del mundo para ser desde hoy una hipérbole individual y solitaria, esa exageración de mí mismo que me haga único y totalmente sustituible, quizás un cáncer para los demás, pero indefectiblemente un cáncer para mí mismo.
Decido seguir viviendo a mi bola y a mi antojo, seguir diciendo a mi gana y a mi estilo, seguir amando a mi gusto y al de quien me ame, seguir mirando con ojos lúbricos e intentar ser el bufón entero que siempre quise ser.
Quien me quiera, que me siga… y quien no me quiera, que se vaya a tomar por el culo.
¡Vaya día, colegas!
De LECTORAS

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