Sunday, September 16, 2007

La ventana de La Kika...


Cuando era un crío feliz de ocho o nueve años, vivía con mis padres en una vieja casona de la Puerta de Ávila bejarana [Puerta Lavilla] junto a cinco familias reunidas en torno a un corralón con parra. Entre los vecinos había un matrimonio de ancianitos, La Kika y El Moreno, que mantenían una hermosa relación con mis padres, ya que mi madre les echaba una mano con la comida, con las compras e incluso con la enfermedad.
La Kika, que era muy bajita y lucía una corta melena plateada, solía pasar muchos ratos en mi casa, charlando con mi madre, mientras El Moreno andaba en sus labores de recoger leña con un burro y venderla por ahí.
Un día de anotar, mi padre se presentó con un hermoso televisor Telefunken junto a don Alfonso del Amo [al que llamábamos ‘El Máquinas’], que hizo una complicada instalación de la antena necesaria para recibir la señal de voz e imagen.
Con la tele instalada, la casa tomó un puntito de modernidad que se rizaba en un contraste casi afroamericano.
El caso es que, con la presencia de la tele, se multiplicaron las visitas de La Kika, que se quedaba extasiada ante las imágenes y perdía constantemente el hilo de las conversaciones con mi madre.
Un día de verano notamos que La Kika se tornaba triste y empezaba a derramar unas sentidísimas lágrimas. Mi madre, muy atenta siempre, le preguntó: ‘¿Le pasa algo, señora Kika?’… y ella, entre sollozos, muy apurada, le contestó: ‘¡Ay!, Carmen, que El Moreno se ha ido de amanecida al monte a hacer cisco… con el buen día que prometía… y fíjate ahora… mira por la ventana… nunca había visto en mi vida una nevada igual… ¿cómo va a volver mi hombre, cómo va a volver…?’. Mi madre se arrancó con una sonora carcajada que no pudo parar en unos minutos, mientras La Kika lloraba entre apenada y perpleja…
Para La Kika, el televisor era una ventana más de la casa [aquel día ponían, para su mala suerte, 'Cuento de Navidad'].
Hoy, al igual que aquella mujer menuda y viejita, un ingente número de personas viven con la percepción de una realidad que solo existe como virtualidad mediática. Con ella se mueven masas, se controlan y modifican opiniones, se obtinen beneficios infinitos, se quitan y se ponen gobiernos…
Nunca el mundo estuvo tan mediatizado ni el hombre fue tan vulnerable en el uso de sus capacidades. Se nos ha abierto ante los ojos un mundo de mentira y eso nos ha provocado un shock que no tiene al día de hoy un solucionario viable [mientras se encuentra y se adapta ese solucionario, montones de tipos con espíritu depredador aprovechan las circunstancias y trafican con la candidez humana para llenar sus bolsillos sin remordimiento alguno].
Desde las grandes multinacionales hasta las ONG’s aprovechan ese tirón del ‘lo dice en el periódico, en la tele, en internet… luego será verdad´ para arrimar el ascua a su sardina… y luego sucede que los periódicos, la tele e internet vuelven a decirnos que se hundió un emporio y todos los pequeños inversores se quedaron al verlas venir o que todo el dinero que ingresamos para apadrinar a un negrito camerunés [ese puñetero dinero lavaconciencias] se lo está gastando un hijo de la gran puta en las Islas Vírgenes… y también nos lo creemos, por supuesto.
La candidez tiene difíciles soluciones si no pasa por el cedazo de una formación racional de las personas. Lo medios nos bombardean con información constante y es responsabilidad del sistema educativo [repito: del sistema educativo] enraizar criterios de búsqueda, selección y elección en el colectivo de chavales en vía de formación. No tiene valor alguno la acumulación de conocimientos, ya que todo el material está siempre a mano con una facilidad pasmosa… El valor real es saber decidir sobre el uso de toda esa información y aprender a manejarla con coherencia y con criterio. Que no es mejor quien acumula más datos… el mejor es el que sabe buscarlos, encontrarlos y utilizarlos.
La Kika duerme en paz desde hace un montón de años, pero su cándido analfabetismo se ha multiplicado de forma geométrica y con un serio agravante: La Kika reconocía ante cualquiera que no sabía leer ni escribir y los nuevos analfabetos son incapaces hasta de imaginar su analfabetismo.
Así las cosas…

(17:04 horas) Me prestó Antonio G. Turrión el poemario ‘Como otros tienen una patria’, del colega Ramón García Mateos, y lo he disfrutado con la sensación de reencontrarme con el amigo de siempre, ése que siempre me recibe con los brazos abiertos. Ramón sigue en el tono que yo conocía, en la voz precisa y en el verso bien trabado y perfectamente musicado [es un valor que nunca le ha abandonado en su poesía]. Dejo aquí ‘Son de tiempo’ como una brújula con la que aprender a volver a los lugares que dejamos: “Ay, dejarse morir contra la tarde / en la Plaza Mayor de Salamanca / cuando doran los ojos la memoria / y el aire lo dibujan los vencejos./ Ay, sentir el susurro del poniente / recamado de luz y sol de piedra / una tarde de junio y fuente clara / mientras huyen las horas: son del tiempo. / Dejar que todo pase en esta dicha / que invade irremediable cada instante / de eternidad y piedra que me asombra. / Si vivir es camino hacia la muerte, / quiero quedarme aquí, contra la tarde, / esperando ser solo luz del alba.”
De FUMADORAS

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