Saturday, September 29, 2007

El respeto de Hamilton.



Hoy me apetece darme un baño de prosaísmo deportivo [algo que le sorprende siempre a mi amigo Higinio –‘madridita’ de pro– , allá en su idílica Mallorca –un saludo, colega–], y voy a ponerme algo juligan:
Entre mis defectos de uso está el de seguir con cierta frecuencia la Fórmula 1, asunto que debo anotarle sin sonrojo a Fernando Alonso, pues antes de él no tenía ni puta idea de este tipo de competiciones. Ahora gozo las carreras de los domingos y extiendo la hora de comer para poder degustarlas.
Esta pequeña manía, que se ha convertido en gusto, me ha llevado a leer todas las semanas los comentarios, las declaraciones y los datos técnicos que preceden y siguen a las carreras, de los que he sacado algunas conclusiones pequeñas que ando intentando extender a un trabajo poético.
Hasta hoy, nunca había hecho comentario alguno en mi diario sobre esta afición deportiva [ya que la guardaba como una de esas chispas sin importancia con las que pillas ánimo y relax], pero hace un ratito acabo de leer unas declaraciones de Hamilton en las que indica que él ‘se ha ganado más el respeto de todos’ que Fernando Alonso.
Los malos depredadores son así de imbéciles y de poco inteligentes: entienden que lo que tienen es por su solo trabajo y no dudan en echarse flores a sí mismos en la plaza del pueblo para intentar, de la forma más primaria, conseguir el aplauso y el empujón que necesitan para auparse con el éxito ridículo. Y no es que esto me importe ni me quite el sueño, que me trae al fresco, pero las palabras de Hamilton son demasiado parecidas a las palabras de tantos inútiles con sed de titulares [en cualquiera de los ámbitos de la vida], que me sirven perfectamente hoy para hacer un gráfico de la necedad humana.
El esquema es como sigue: un tipo con ciertos poderes genéticos [eso no es un valor, pues la genética es azarosa y no se trabaja] y sin formación general [toda su vida se ha dedicado el tal Hamilton a una absurda especialización que potencie su destacada genética] se sale de sus parámetros de conocimiento y busca alcanzar lo que teme no conseguir con sus capacidades mediante métodos de preclaro egocentrismo narciso. De ahí vienen esas estupideces de ‘soy el mejor’, ‘me apoyarán a mí porque soy más buena persona’, ‘todo el mundo me respeta’…
Pues yo no te respeto, Hamilton, que me pareces un niño mimado en fase de pataleta, un pagado de ti mismo y una nenita histérica… Fíjate, casi opino de ti lo mismo que de Jiménez Losantos, que ya es para nota.
Me encanta, en todo caso, que este zorolo con coche haya resucitado esa cosita de pérfida Albión que los curas salesianos nos enseñaron en el cole cuando Franco acababa de engancharse al Parkinson, porque eso hace que vuelva a pillar el tono de mis recuerdos.
A la mierda Hamilton… ¿El respeto…? … Será tonto.

(12:23 horas) Esta mañana he leído un ratito algo de obra de William Carlos Williams, el gran poeta crítico de la cultura norteamericana, y me he quedado algo frío. Es muy posible que todo sea debido a mi estado de ánimo hoy y a la resacota del malestar de ayer, por lo que he decidido aparcar su lectura para otro día mejor.
•••
Pregunto a la poesía:
1. ¿Por qué esa necesidad de seguir creando imágenes?, ¿no tenemos suficientes y sin digerir?
2. ¿Sería una solución descontextualizar todas las imágenes ya creadas y trabajar con esa salida de tono y color?
3. ¿Por qué no permanecer en lo hecho indagando en su calidad y en su estructura?
4. ¿Qué es poéticamente incorrecto?, ¿por qué?

Enuncio sin más una crisis poética amparada en el más vulgar prosaísmo y en la discapacidad de los ‘poetas’ vivos para leer, para aprender, para ser dignos tanto en sus palabras con en sus vidas… para escribir.
Siempre hubo tipos que se sirvieron de la poesía, pero generalmente aportaban formación y hasta carácter… ahora todo se viene resumiendo en una mierda pinchaíta en un palo, dinero sobre dinero y unas enormes ganas de verse en papel impreso y, así, conseguir estar.
Que los jodan.
(17:08 horas) Hay un nublado magnífico y me he calzado sobre el cuerpo, por primera vez este otoño, mi chaqueta kerouac [suelo ponerle nombres de escritores a mis prendas de vestir… es una gilipollez, pero me encanta]. Sentirla sobre la camisa me ha hecho percibir esa vivacidad que siempre viene del frío y que me pone los pelillos de punta. Corrí a gozarla en un paseo rápido y con su cosita de repentismo [nunca he contado que, cuando camino solo, suelo ir repentizando versos sobre lo que voy viendo o sintiendo, hasta el punto de que varias veces me he sorprendido –y me han sorprendido– haciéndolo en voz alta]… el de mi paseo de hoy era algo así: ‘Camino la ciudad sin esa cosa de absurdo caminante con destino, y miro lo que pasa, y tomo lo que miro, y lo dejo después, como una brasa que no puede quemar… y es que estoy vivo porque me eriza el viento, y siento sin sentir que es el aliento de la mujer pasada, la que ocupó el espacio con el que ahora sacio mi longitud entera… ¿Cómo sería?… y giro a la derecha siguiendo el acerado que marca la estrategia de los que aún no han pasado y van a ser del hueco que dejan estos pasos que soportan el peso de este cuerpo cansado… La plaza entre mis manos es como la mujer que debe suceder, un siempre todo y nada que duele en su verdad… y yo que me sujeto a la causa de la edad para no hacer locuras que terminen ahogándome en mil dudas…’ … y mis pasos llevaban ritmo de rap y hasta la música machacona de ese palo servia en mi cabeza para encotrar palabras… otros días me arranco con un tonillo Krahe y voy llenando de letras el camino, y me lo paso de puta madre y sonrío para mí… y si llega un buen descubrimiento, procuro sujetarlo en la memoria para ver si alcanza hasta el poema pendiente [casi siempre lo olvido].
Imagino que habrá más gente así, que no sea yo solo el que camina repentizando a ritmo de algún fraseo musical conocido.
Me da la impresión de que estoy como una puta cabra.
De FUMADORAS

INGLÉS AL DÍA: George Bush is a bad (wrong) clown

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