Me lo dijo con insistencia y con convicción Paco Ortega, y yo le creí con ciertas reservas: ‘Felipe Benítez Reyes es un tipo entrañable y cercano, un amigo al que atender y al que querer’. Y me lo dijo sabiendo que durante años yo había estado enfrente de su postura literaria y paraliteraria, que le había castigado los riñones con dureza y que mis planteamientos estaban enconados.
Me lo dijo Paquito Ortega y tenía toda la razón del mundo [y yo envainándomela con alegría].
Llegó Felipe B.R. con su pareja y, siguiendo la buena intención de Paquito [‘yo estaré en medio para haceros colegas’], me presenté de cara y le abracé [los abracé] a la porta gayola… El tipo, estupendo, educadísimo, en su exacto lugar de invitado a una fiesta distante. Los prolegómenos fueron prolegómenos, con sus preguntas sociales, sus estados de situación, su cosita graciosa para romper el frío y esos lugares comunes a los que todos acudimos para pasar los tragos.
Leyó Felipe su pregón y yo no pude escucharlo, porque en la zona donde me encontraba rebotaba el sonido y se hacía imposible comprender ni una palabra [Antonio G. Turrión me ha dicho hoy por teléfono que fue el mejor de todos los que él ha escuchado, que son ya muchos].
Y lo mejor llegó con la precena, la cena y la sobremesa. Felipe rompió el hielo trasladándome un abrazo de nuestro amigo común Ángel García López –al que ve a diario por Rota– que, enterado de su viaje a Béjar, le habló de mí y le encargó el mentado abrazo… y desde ese punto se me descubrió un tipo cercano, divertidísimo, entrañable, magnífico conversador y buena gente sobre todas las cosas: contó chistes llenos de gracia, relató hermosas anécdotas, habló en broma y en serio… y nos reímos juntos justo hasta el cierre de nuestra noche particular en la caseta de La Alquitara…
Mi sensación fue estupenda, mezclada –eso sí– con un puntito de arrepentimiento pudoroso por la caña que le he metido al colega durante todos estos años. Sin más –pero sin menos–, anoto a Felipe Benítez Reyes en la nómina de mis colegas… El mejor detalle es que pasó esta mañana por la imprenta a despedirse y a ofrecerme un abrazo fuerte y su amistad. ¡Con dos cojones, hermano!
De las otras cosas del día, me quedo sin dudarlo con la hermosa y constante expresión dulcísima de la Mercedes de mi Orteguita, con la tímida chispa de Dieguito [un sagitario que promete cosas grandes], con el volumen cósmico y risueño de los “Entraítos en carnes” [que le hicieron los coros a Maíta Vendecá…
y averiguo que serán una bomba musical muy prontito], con el niño Maíta [que nació mientras su padre cantaba en Béjar], con la sonrisa franca de la chuli compañera de F. Benítez Reyes, con el trastocado caminar de Belén Cela por la Plaza Mayor durante el pregón, con Higinio Mirón y señora como dos novios [y eso que el perico es del puñetero Madrí], con Cipri feliz ante la respuesta del público y el final brillante de una gestión de fiestas bastante complicada, con Mª Rosa pletórica, con la ausencia sentida por muchos –yo entre ellos– de Ramón, con JASP de verano todavía,
con Marina a sus anchas y estrechas, con la gente cantando a garganta pelada, con el fresquito de quitar con Havana 7 y cola en La Alquitara, con el circo en la calle, con mi crío disfrutando de lo lindo en el parque, con los churros y hasta con los pies doloridos de tanta vuelta.
Me gustan las fiestas de este año, coño.
De LECTORAS |
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