Hoy viajé solo hasta Helmántica para rematar el trámite de un permiso de residencia y trabajo de uno de mis inmigrantes [el primero que conseguimos, después de mil gestiones tediosísimas y un ingente papeleo, que pueda andar tranquilo por nuestro país]. La ida fue de auténtico bostezo, y ya no cuento la hermosa cola que debí esperar en la oficina de inmigración [me encantó encontrarme entre hermanos de múltiples razas y aguanté con gusto hasta que me tocó, que fue tarde].
A la vuelta a Béjar decidí retomar una de mis antiguas costumbres viajeras, que consiste en posar la cámara de fotos sobre el salpicadero del coche y estimular al obturador cada dos o tres kilómetros. Me dicertí y el viaje se me hizo cortito, cortito.
Aquí dejo algunas de las 126 tomas que capté [con su toque Ph., por supuesto].
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