Me tomé mi tiempo de viaje buscando un par de horas libres para pasear algunos espacios salmantinos antes de recoger al bueno de Fernando R. De la Flor y al coleguilla Aníbal Lozano… Mirada discreta a la Casa Lys [tan de Aníbal Núñez…], paseo por el puente romano, ratito en el jardín Ibarrola, itinerario del puente modernista y lujuriosas miradas al río Tormes. Y un frío cabrón que se me metía en los huesos y que lo hizo todo más plástico… un café, unos minutos de espera y encuentro con mis amigos para continuar el viaje sobre un asfalto de palabras y recuedos A. N. [con nota emocionada de Aníbal Lozano sobre la última novela de Tomás Sánchez Santiago, con anécdotas deliciosas de A. N., con paradiña meona, con buen rollo y mucha complicidad].
Y Zamora estaba divina, llena de mujeres con botas altas de cremallera y pechos generosos [A. Lozano lo describe como si comiera pastelillos de crema], bañada en una cosa modernista que me traía a los ojos hermosísimas imágenes de Tamara de Lempicka mezcladas con ese paso marcial y estético de los perfiles románicos.
El encuentro con Tomás fue hermoso [le vi algo Tintín y lleno de calidez… me encantó abrazarle después de tanto tiempo]… y charla, y cigarritos, y más charla con la gente del Foro Cívico de Zamora [tipos interesantes todos], además de la satisfacción de volver a sentir muy cerca al gran poeta Máximo Hernández Fernández.
Y comenzó la mesa redonda con escapada ‘lírica’ de las dos representantes municipales justo al sutil toque de corneta antifascista de mis compañeros de mesa [pero no nos dejaron solos, sino muy bien acompañados].
En la charla salió el afecto hacia la figura de A. Núñez, su decisión de anclarse en un tiempo que no consintió la corona de La Transición, los diversos record’s atléticos del poeta, sus salidas de tono, su percepción genial del mundo y del hombre, su calidad mítica [que es capaz de poner sombra sobre su obra magistral] y algunas circunstancias editoriales y familiares que le hicieron aparecer más cercano, todavía vulnerable y mucho más humano.
Al cierre del acto nos obsequiaron a los ponentes con una obra hermosa de José Luis Alonso Coomonte, la escultura de una hogaza de pan que me encanta mirar sobre mis manos.
Y de allí a la manduca en un lugar que fue también espacio ocupado en su tiempo por Aníbal Núñez, un espacio que recogió la hermosa mirada triste de Concha San Francisco [prima del poeta], el hablar pausado de Miguel Bermejo Sotillo y la humanidad impresionantes de Cristoph, un tipo de Baviera al que no pienso perderle la pista, pues me dio una impresión estupenda conocerle y charlar con él.
Del resto: cambio de cromos, viaje de vuelta confesional y divino con Fernando, test de alcoholemia con mirada absorta de guardia civil por dar un cero patatero en el aparato, recogida en Helmántica de Mª Ángeles y Adrián y fin de fiesta con Guille en la cama muerto de miedo por haber visto una peli de terror infantil, que no infantil de terror.
(17:27 horas) Y que a primera hora me llegaron Jesusote Urceloy y su Marisol con un nuevo amigo, Carlos Sánchez Pérez, y que lo hicieron carlados de regalotes, como unos reyesmagos feliperos y divinos: un cartel auténtico de ‘La dolce vita’ Fellini, el ‘Pura anarquía’ de Woody Allen y una curiosidad sabrosona y ‘soviet’ que bajo el título de ‘Literatura soviética’ contiene textos y poemas bien raritos de escritores siberianos [la edición es del año 1980 y contiene textos de Uluro Ado, Ogdo Axionova, Anatoli Chernousov, Semion Danilov, Mijail Kilchichankov, Afanasi Koptlelov, Casimir Lisovski, Alexandr Plitchenko o Elizaveta Stuart… todos absolutos desconocidos para mí y procedentes de lugares tan fríos como los siberianos sitios de Omsk, Novosibirsk, Kemerovo, Abakan, Krasnoyarsk o Bratsk]… una literatura de bajo tono mediatizada por la temible revolución revenida que llama a la compasión y a la vergüenza ajena.
De FUMADORAS |
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