Tuesday, October 9, 2007

La Tsvétaïeva de Henri Deluy.


Jo, el amigo Henri Deluy me está sobrealimentando le libros rechulos: ayer recibí su “Pronom personnel” y hoy me llega una auténtica maravilla que, bajo el hermoso título de “Sans lui”, recoge poemas de Marina Tsvétaïeva y de Sophia Parnok [prometo –me prometo a mí mismo– traducción adaptada de este libro]… y luego el inevitable paquete mensual del querido Antonio Piedra [Fundación Jorge Guillén] con un libro curiosísimo del desconocido [para mí] Luis Artigue: “Tres, dos, uno… Jazz”, ganador del premio de la Academia Castellano-Leonesa de Poesía… y un magro y precioso volumen conteniendo la obra de Francisco Soto del Carmen [“Poesía”] prologado por el colega Antonio Colinas [al que no veo desde hace ya tres años… y le tengo ganas].
Gracias a Henri y a Antonio Piedra por el alimento.

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Ma journée sur la terre touche à sa fin.
J’attends le soir, sans effroi.
et le passé devant moi
dejá me jette plus son ombre.

Cette ombre, longue, qu’à la différence
de toutes les ombres, les autres,
dans notre langage embarrassé,
Nous appelons notre avenir

[(Sophia Parnok. Del poemario ‘A mi-voix’, 1928) • Publicado en el volumen 'Sans lui', ed. fourbis, 1994. Traducción al francés de Henri Deluy.]
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21:49 horas) Comía patatitas revueltas con tocinito frito [patatas colorás] cuando un informativo especial informaba que ETA había vuelto a atentar, esta vez en Bilbao… al rato vi a los asquerosos tertulianos [vaya casta de nuevo cuño que ha creado la prepostdemocracia] apostarse comidas sobre lo que haría el pocholo de Ibarreche [me jode poner la ‘tx’], sobre lo que dirían Rajoy y sus perros, sobre lo que rugiría Jiménez Losantos y sobre lo que haría ese ‘bamby’ de cejas Stoker… Mandé las patatas coloras a tomar por el culo, y mira que estaban ricas.
Vale, bien, bueno… Me calmé y tiré de carne picada con pimientos, por eso de ver si conseguía llenar el estómago sin que me vinieran vómitos producidos por la tele [no la apagué, claro, pensando que probabilísticamente ya me quedaba como media hora de calma televisora]. Pues nada, que al segundo bocado [delicioso también, por cierto] aparece ese cura colorao y rechoncho que hace de vocero de la Conferencia Episcopal y le han nombrado nosequé en el Vaticano, y se destapa con que van a canonizar a cuarenta y pico ‘mártires’ de la república española, y dice el coleóptero que no va con segundas [claro, que va con terceras o cuartas], que no tiene nada que ver con esa cosa de la ‘memoria histórica’ a la que se opone de raíz el profrascista PP… ¡Cagüenlaputa!, que se me atragantó la jodida carne picada y me daban como mareos mientras me venía la imagen, mil veces imaginada, del abuelo Felipe tirado a la suerte de las alimañas en una cuneta cerca de Los Santos, con cuatro rosas de sangre en su cuerpo, con cuatro hijos chicos pidiendo de comer en casa… Ellos canonizan y a nosotros nos quieren negar la memoria, ellos celebran y a nosotros que nos den por el saco, como le dieron por el saco a nuestros muertos, ellos son los jodidos guardianes de la razón y nosotros la mierda que se debe olvidar, ellos hicieron miles de monumentos a ‘sus’ caídos y los nuestros no tienen derecho a una tumba pequeñita con su nombre y una flores de plástico.
Mi abuelo murió por defender la libertad, por defender la justicia para la gente normal [no solo para los patronos del textil y los hacendados] y por no delatar a sus compañeros de pensamiento y de calle, murio como un hombre que pensaba en lo justo para los demás hombres… no murió por Dios ni por la patria, que murió porque a un fascista le molestaba su sonrisa abierta y fresca, su compromiso con el humanismo.

¿Quién puede arrogarse el poder de negarme la memoria de mi abuelo Felipe?, ¿quizás un tipo con corbata que seguro peregrinará hasta El Vaticano para ser testigo de las cuarenta canonizaciones… uno que se sentará en los bancos reservados por ser quien es y por venir de donde viene?
Sonreía el coleóptero por lo bajini mientras decía que no tenía nada que ver lo de la memoria histórica con lo de sus canonizaciones.
Sonreía como sonrió la alimaña que borró a mi abuelo del mapa, sonreía como Girón de Velasco, como Acebes, como Zaplana, como Jiménez Losantos… y seguirá sonriendo entre todos sus santos mientras el cuerpo de mi abuelo yace repartido [aún es una sospecha] entre una fosa común del cementerio de Los Santos y otra de El Valle de los Caídos.
Santos y vírgenes contra muertos, olvido y espanto.
¿Quién estaba con quién entonces?, ¿quién lo está ahora?
De FUMADORAS

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