Thursday, March 13, 2008

Como silbar...


¿Recuerdas, Viejo F, las melenas bien peinadas de las muchachas con lazos de color granate, las faldas plisadas de cuadros, las rebecas cortitas con su cuello redondo, los calcetines blancos…? Tú perteneces a aquello como los melocotones pertenecen al sol que los incendia y los hace estallar en aroma. ¿Recuerdas el sabor de las manzanas reinetas recién robadas del árbol, la pegajosa mordedura de la resina en las manos cuando arrancabas trozos de la corteza de los pinos para hacer barquitos con la navaja chiquitilla de cachas nacaradas, los tocados indígenas con hojas de castaño y las trenzas de hierba fresca…? Eres de aquel tiempo y en él está tu podredumbre, porque desde él te has ubicado fuera de lugar… sí, un viejo desubicado es lo que eres, un viejo con piel y esqueleto, con dendritas que cada día transportan tu electricidad más lentamente, un viejo inadaptado que aún no ha entendido que lo que fue no podrá ser de nuevo… debes tomar una decisión y no quedarte en la tierra media en la que estás ahora. O te estableces en tu pasado o te lanzas a la vida, pero nunca el medio… date tiempo para mirar y luego decide, decide si las manzanas amargas o el vino nuevo, si las almendras garrapiñadas de las ferias o la sinrazón del estado de las cosas, si las piernas blancas cruzadas sobre el cuarzo o el sexo arrugado, si el brillo del carey acariciando una melena o las canas harinando el pecho… y luego hazlo poesía, viejo, llévalo al tragaluz de las palabras.
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Acuso recibo de “Dos salmos de David”, “Los soldados”, “Dos medallones literarios”, “El país de los sueños” y “Cuatro poemas para Reloj de Arena”, todo del enorme C. M. Aguirre [mil gracias, hermano] para arreglarme de rechupete mi Semana Santa de encierro total.

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