Wednesday, September 10, 2008
Estupendo fin de fiesta.
Acabaron las fiestas de Béjar [desde mi punto de vista, las más logradas de todas las que he vivido, y todo a pesar de que he podido salir poquitín]. Ayer rematé de cine escuchando cantar a Paco Ortega en el Teatro Cervantes y hasta me sonrojé emocionado cuando me dedicó un tema rechulo.
Sé que con Paco me puede el cariño, pero eso no quita para que haga mi análisis del concierto. Para empezar, Paquito, que es muy listo, se rodeó de los mejores músicos y de un par de voces que le hacían los coros y le jaleaban como diamantes bien pulidos. La puesta en escena, del maestro que es: sentado en el centro del escenario, con los textos de sus canciones frente a los ojos y sin otro instrumento que su voz: espectacular. Y empezaron a caer los temitas canallas como una lluvia reparadora que consiguió con las primeras gotitas que el público se entregase… hasta que se arrancó con algunos temas de su trabajo en proceso sobre la obra de Ángel González [aquí me puede doble el cariño, pues se juntaron la hermosura musical de mi Orteguita y los versos magistrales y llenos de triste ironía de mi maestro mejor, y también dulce amigo en los últimos años de su vida]. Me emocioné hasta erizarme ante el cambió de tono del concierto, ante aquella costalada de sensibilidad que me dejó el maestro cantando al maestro, me emocioné con el cambio que se produjo en el rostro de mi Ortega, con esa cosa que de pronto le salió de bien adentro para bordar unos temas absolutamente sobresalientes y distintos, preñados de un acierto total en la musicalización y fruto de una elección perfecta de los textos por parte de Paco. Solo los cuatro ‘temitas’ de Ortega/González sirvieron por todas las fiestas enteras y juntitas.
Y que luego nos bajamos en comandita a ver el cierre de fiestas con los fuegos artificiales, y que la cosa se vino arriba con un fin de fiesta entre amigos –guitarrista y cantaor incluidos– que nos llevó entre copas, pinchitos, cigarritos y abrazos hasta las cuatro de la madrugada. Divino el final con un blues tocado por Paco Ortega que grabó mi hermana con su celular y que, si logro aprender a subirlo, prometo colgarlo de este blog.
•••
Lo que hace que la vida sea vida es exactamente lo inesperado, y, junto a ello, todo lo encontrado en el camino y el proceso de su disfrute. Fundamentalmente me quedo de lo encontrado con todos mis amigos, hermosos vencidos, como yo, que juegan a olvidarse a mi lado de sus cuitas y me hacen olvidar las mías.
Yo soy un tipo que valora por encima de todas las cosas el roce de las pieles, y mis amigos lo saben y me abrazan siempre, y pasan su mano por mis brazos y por mi espalda, y me besan con fuerza cuando me encuentran y cuando tienen que marchar, y me tocan mientras me hablan mirándome a los ojos, y me echan el brazo por los hombros mientras caminamos.
Mis amigos son mi fuerza y sus pieles alimentan a la mía, y yo me dedico a quedarme con sus tactos como un coleccionista.
Hay personas que no saben acercarse, que sienten temor al contacto, y yo no sé entenderlas, y me parecen tristes y distantes.
Os abrazo a todos con ese abrazo de oso que tanto os gusta, amigos míos, gente que me hace ser, seguir y hartarme de permanecer.
Hoy me siento muy bien a pesar de todo lo que se me echa encima, y me siento bien porque abracé a Paco, porque besé a Jessica, porque pillé a mi hermana y a mi hija por sus cinturas, porque empujé levemente a Anita con mi hombro derecho y ‘despelujé’ a Pedrito Cubino mientras decía “¡chissssss, silenciooooo!”, porque le hice cosquillotas a mi You, que tiene muchas.
Puta madre.
Paquito, va el último gran poema de Ángel González... a ver si hay huevos.
Lo que queda
-tan poco ya-
sería suficiente
si durase.
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ÁNGEL GONZÁLEZ,
PACO ORTEGA
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