Friday, September 26, 2008

El resto es noche…


Acuso recibo de “El tiempo, los cambios”, de Urbano Pérez Sánchez, el poeta de Hervás con cara de chiquinín y perillita en proceso de reacción [vino al colega hasta la imprenta para traerme este poemario emergente con el que he disfrutado por la frescura y la intensidad que contiene… ‘En el presente se encuentran / los verdaderos prisioneros’ o esa Paradoja de la modestia con su ‘Creo / … / que no he hecho nada aún / que me convierta / en el héroe / que seré.’… un abrazo y mil gracias, amigo Urbano… ya hablaremos de poesía cuando pille calma y horas]. Y también le agradezco a José Luis R. Antúnez todos los libros que me ha traído de su viaje a Venezuela [este tipo es un amor]: “Canto a la desobediencia” de Félix Córdova Iturregui, “Bocanadas” de Ricardo Zerpa Salazar, “Camarada Paloma” de José Vicente Abreu, “Tijera de barbas” de Edmundo Ramos Fonseca, “Libro de amigo” de Laura Antillano, “Inventario de silencios” de Manuel Da Silva, “Canción de la verdad sencilla” de Julia de Burgos, además del número 41 de la revista cultural venezolana “A plena voz” [una ensaladita simpática con tintes ideológicos de izquierda vestidos de cultura… me acordé con cierta añoranza de las antiguas ediciones de “El viejo topo” [mil gracias por acordarte de mí, hermano Antúnez].
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Clávame el carbón de los ojos y me sabrás brasa en el luto de haberte perdido antes siquiera de valorar la posibilidad tenerte… así se encuentra mi mirada con los seres angélicos diarios: míos y perdidos a la vez, en el justo instante de recibirlos.
El resto es noche… pero persisto en encontrar el lugar donde se recoge el eco o en pisar con mis ojos la línea huidiza de cada horizonte.
Ayer me decía un amigo –no voy a decir quién, que luego le gusta– que he dado un giro estilístico a mi prosa, que la encuentra presa de una extraña belleza [algo que nunca me reconoció antes] y que va subiendo en niveles de dificultad significativa [esto me lo recriminó amparándose en mi manifiesto “Poesía inútil”, publicado en el año 1996 en Cuadernos de Helena]. Me espetó a la cara a bote pronto que antes era mejor prosista en mi poesía y que ahora soy mejor poeta en mi prosa, y me encantó que lo hiciera, sobre todo porque aún no sé si su análisis [certero siempre con mis cosas] venía con buena o mala intención, si me estaba diciendo que escribo peor ahora que antes… y esas situaciones de frontera me gustan un huevo, porque me hacen temblar y me predisponen al pensamiento profundo y al autoanálisis.
La verdad es que yo me gusto mucho en mi escritura actual [no tengo abuela para estas cosas], aunque comprendo que con ella entro en contradicción completa con todo lo que argumenté durante años con auténtica beligerancia. Ojo, me gusto, pero nunca he sentido tanta dificultad como ahora para expresarme, sobre todo para acabar poemas y sentirlos redondos y hechos. Y no es que me haya hecho más exigente, es que he perdido aliento en el ‘decir’ tajante y me he intentado esconder en otras palabras distintas a las que fueron yo hace ya unos años.
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Si no eres capaz de comprenderme, es que no has detenido tu mirada en la inmovilidad de las cigüeñas o no has notado la fiebre ante el olor a pan reciente de una mujer. En estas condiciones no puedo decirte lo que soy ni lo que busco, porque no lo podrías entender. Así las cosas, lector, solo puedo pedirte que no me interpretes ni intentes traducir mis sensaciones a un idioma que no conoces desde otro que no has aprendido a manejar. Que yo tramito dulces espinas y lenguas calientes donde tú siempre verás cadenas y deudas pendientes.
Sencillamente no hablamos el mismo idioma ni nos trabajamos la muerte con las mismas incógnitas que despejar. Y no califico mi postura ni la tuya, porque no admiten comparación ni son capaces de mezclarse o alearse.
Yo soy lo que presiento y tú eres lo que debes ser. Dos dimensiones distintas incapaces de compartir una matemática que las enrede.

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