Thursday, September 11, 2008
No me gusta del todo la belleza…
Vuelve todo a la normalidad y yo vuelvo a echar de menos las palabras de Alberto, ya que desde su llamada telefónica no he vuelto a tener noticias.
Hoy el día salió bastante lunes y, de momento, la tarde no tiene pintilla de ponerse miércoles… comencé llevando al cole a Guille entre una marabunta de coches mal aparcados, luego me metí en mi trabajo de lleno y me percaté de que hay demasiado curro acumulado y pendiente… y, mientras, igual que me sucede desde hace diez días, he estado valorando mi viaje a México con parámetros de realidad. La verdad es que mi economía está por los suelos y no puedo permitirme un gasto especial si no es pidiendo un crédito que se sume a los que ya tengo en marcha, pues afectaría directamente a mi familia… también está la empresa, que anda entre alfileres y puede darme un susto en el momento más inesperado, y dejarla al pairo durante casi un mes me da muy mala espina. La gente de mi alrededor me anima, me empuja casi para que me vaya, pero mi criterio más frío [esta vez sin tener en cuenta el vértigo del viaje] me indica que no debo hacer ahora esta locura, aunque algo dentro de mí me grita: ¡¡¡corre, Felipe, vete!!!
Es una decisión jodida la que debo tomar, y debo hacerlo de inmediato, pues las fechas se acercan con velocidad.
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Y que mi coleguita Joselín llegó de Italia y me trajo dos periódicos del día [“Il lunedi de la Republica”, con Woody Allen en primera bajo el titular “Caro diario ecco i miei amori spagnoli” y “Il Giornale”, con un artículo interesante de Tommy Cappellini titulado “Paura in corsia, da Chechov a Crichton” en página 26], una pluma de Murano [en cristal de Murano, por supuesto], el poemario “Trasumanar e organizar” de Pier Paolo Pasolini con prefacio de Franco Cordelli y en edición de ‘Garzanti • Gli Elefanti’… y una montonera de etiquetas de cerveza, tickets de entrada a museos y otras pequeñas publicidades diversas, que sabe que me encantan [mil gracias, amigacho]. Todo me servirá para ir puliendo mi malísimo italiano, en el que pongo mucho empeño por temporadas.
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Quien concreta, se pierde las otras mil posibilidades.
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No me gusta del todo la belleza… porque no admite más.
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¿Hay algo mejor que yo mismo?… Sí, todo lo demás.
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Cuando mires, no enfoques el objeto… mira solamente cómo se relaciona con su alrededor. Verás mejor.
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Pensando hoy sobre mi diario, creo que debo explicar a quien accede a él que es puramente confesional en todos los campos que toca con ese azar del pensamiento, que desde él no se quiere convencer a nadie de nada ni con él se buscan seguidores que lo alimenten… y que tampoco es importante como para existir hasta el punto que le ponga llaves y lo arme de copias segurísimas [hoy me decía un desconocido en un coment que haga una copia de seguridad por si a la gente de Google se le ocurre eliminarlo por peso]. El pasado no existe ya, aunque nos quedé la candidez de su presencia… lo que se dijo fue importante para quien lo dijo en su justo momento, pero después es nada si no quedó una impronta que lo haga justamente innecesario.
Mi diario soy yo, y yo mismo soy mi propia copia de seguridad, una copia capaz de tergiversar datos, de cambiar opiniones de ayer por las contrarias, de resetearme o de multiplicarme en pensamientos extraños y siempre divertidos [aunque parezcan tristes o de un tipo acabado]. Mi diario soy yo y también es mi mejor medicina, y quien sienta que ha perdido mis letras, pues que me tiene aquí para darse cuenta enseguida de que mi realidad es exactamente peor –y aún– que lo que puedan adornar cada día mis palabras. Mi diario son las visitas al baño, el olor a sudor en las axilas, las ganas de tocar algunos cuerpos, el sexo a su bola entre las piernas, la heridita que me hacen las sandalias, la mano que me ama, el teclear constante con dos dedos en este viejo teclado amarillo de nicotina, los cafés calentitos y los blop-blops continuos de mi estómago, mi roncar por las noches, la vergüenza que siento frente a algunas personas, la rabia que me pone como la niña de El Exorcista cada dos o tres días, el no haber aprendido a decir que no, ese meterme el dedo en la nariz cuando estoy solo, el continuo dolor de mi rodilla que es como un compañero inexpresable, las ganas de reírme de los tontos que me hablan a veces como si yo lo fuera, mis frenéticos impulsos por hacer, mi no saber acabar nada, mi no saber decir como escribo, mi inseguridad, mis máscaras…
Mi diario soy yo y he de borrarme un día cualquiera sin que Google decida que ya es tiempo, y me borraré completamente de la memoria de todos porque no fui lo que debí ser, ni me dejaron ser lo que quise ser.
Yo mismo en estas letras… y también sin ellas.
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