Monday, September 29, 2008

Hay que cerrar las puertas a quien viene a agredir.


Hay que cerrar las puertas a quien viene a agredir sin más y con el rostro tapado, al cobarde que desde la multitud clava el puñal por la espalda y huye, al que no tiene IP declarada porque se avergonzaría. Hay que cerrar las puertas al cobarde que busca destruir y contrariar, al mezquino que ni de pescado tendría agallas para llegar de frente.
Últimamente recibo comentarios de alguien enmohecido que tergiversa todo en interpretaciones peregrinas y venenosas, cuando desde hace meses casi solo escribo en clave poética, sin meterme con nadie ni con nada, sin hacer referencias que no tengan otro carácter que el literario. Así las cosas, he decidido no aceptar ni un mensaje que no llegue avalado con una dirección IP y una identificación clara de su autor [lo siento por mis anónimos amigos de buena voluntad], porque, en el fondo de todo, esto es solo mi voz y mi mirada, es el traslado imperfecto al papel de mi vida real e imperfecta y de mi vida creativa [más imperfecta todavía]. Sé que dando a conocer mi diario personal me hago más vulnerable, pero también sé que necesito hacerlo como necesito respirar.
Mientras hay quien guarda sus pensamientos más oscuros para que no se sepan, yo les doy salida para ganar la calma que ello me procura, y con eso no peco de nada más que de mostrarme ante quien me lee tal como soy [unos días gigante y otros días la misma nada], y no busco respuestas que no pueda buscar por mí mismo… ni las quiero, pues parto de mí y quiero llegar a mí sin necesidad del vosotros, y debo salir solo adelante o hundirme solo. La publicación de este blog en la red me gusta, entre otras cosas, porque me obliga a escribir a diario, y también porque es capaz de llegar hasta quien desee recibirlo, nada más… no busco ni elogios ni recriminaciones por ello, no pido ayuda ni la ofrezco.
Así las cosas, seguiré escribiendo este diario para mí y desde mí, pero no permitiré que nadie ose mediar con sus puntos de vista en mi lucha personal por ser yo mismo, que quiero equivocarme solo y vivir solo y amar solo y odiar solo… y, sobre todo, escribir solo… lo que me salga de los cojones o lo que me salga de las vísceras o lo que me salga del alma.
El mundo me ha demostrado desde hace tiempo que no merece demasiada atención por mi parte [igual que yo intento demostrarme a mí mismo que no soy acreedor sino de mis palabras y de mis pensamientos]… y es que ya estoy hasta las narices de imbéciles e hijos de la gran puta que utilizan su fracaso para hacerlo estallar en la cara de los demás.
Lo dicho.
•••

Parece que fue ayer. El rostro de mi hija recién amanecida al mundo, y yo de un protector empalagoso, poniendo letreritos en la puerta de su dormitorio y prohibiendo casi hasta mirarla de frente… y que le hicieron los agujeritos en las orejitas para los pendientes y me puse frenético, y que se le irritó la piel por las sábanas del hospital y puse una denuncia.. y después se me cayó mil veces y se hizo mil chichones que me dolieron como muertes pequeñas, y en mi afán porque fuera perfecta la llevé a un jodido traumatólogo que le puso unas botas ortopédicas durante años que le destrozaron los pies… todo pasó ya y a penas lo recuerdo, aunque a veces me llena volver a los partos de mis tres hijos, a los que asistí con emoción incontenida y con una mezclita de temor y alegría.
Entonces tenía el pelo medio rubiete y estaba delgadino, casi sílfide… y no sabía [aún creo que no lo sé] de qué iba esto.
Sí puedo decir que siempre le he tenido más miedo a la vida que a la muerte, pues recuerdo el coraje que me dio cuando lo de Ricardo o lo de Maxi, cuando lo de Juan Luis o lo de mi abuela Antonia, cuando lo de Magdalena o lo del hermano de Iche… y lo comparo con el miedo intensísimo del nacimiento y la vida de mis hijos [un miedo terrible que cada día aumenta en intensidad]… no hay comparación entre aquella rabia y este infinito temor.
Parece que fue ayer y a la vez parece que no sucedió nunca, pero a mi Felipón le anda cambiando la voz y está rebelde a la par que el vello le va poblando el cuerpo; pero mi Guille ya se sabe los nombres de los dientes y las muelas, y los sitúa en su boca con precisión y gracia; pero me Mariángeles se ha ido [lo va haciendo poquito a poco] y me llama y hablamos poquitito [“¿Qué necesitas?… Nada, estoy con mis amigas… Pórtate bien… Un beso”]… y yo peinando canas y echándome a perder con esta tripa y esta caída de hombros.
Todo sucede y pasa… todo hace y deshace… todo puebla y vacía.
Hoy voy a beber algo, a solas, como un monje, y brindaré por mí… y brindaré por ellos.

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