Monday, September 22, 2008

Decir que se ama no es lo mismo que amar…

No sé lo qué es vida en mí, si el latido de las vísceras y los finos crujidos de los sentidos o lo espiritual que me lleva a ser algo más que lo tangible y mensurable… quizás ambas cosas… también quizás ninguna de ellas. En cualquier caso, me gustaría que lo vital se resumiese en gozar de mí mismo y de los demás en una especie de prostitución personal que tuviese siempre como pago ‘satisfacción’.
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Noté de madrugada que un frío húmedo recorría mi cuerpo, pero no fui capaz de levantarme a buscar el edredón y echármelo por encima… tan solo me empaqueté girando las sábanas alrededor de mi cuerpo y puse mis manos sobre el vientre para darle calor [también sentí unas tremendas ganas de orinar, pero no tanto como para desempaquetarme]. No pude dormir desde ese instante, y mi cabeza se enredó en imaginar la muerte. La vi como una danza en agua turbia, como un gritar sin voz… tan parecida a mí, que era yo mismo quien dejaba los huesos y la carne en el sudario y sonreía al fondo con un no sé qué pánico. Y me llegó un temblor [ya dije que tenía unas enormes ganas de orinar]. Luego pensé en algunos cercanos para concluir que decir que se ama no es lo mismo que amar, que llenar de gestos grandilocuentes y palabras vacías lo que debe ser solo sentimiento y un buen trazo de gestos hacia el ser amado no es lo mismo que amar, que echarse encima el absurdo de una responsabilidad que nadie pide no es lo mismo que amar…
Y me sentí mal durante unos instantes, justo como cuando empujan los vómitos en la garganta, pero no fue más que un momento.

Y salí al mundo con los ojos de frío y con mi Guille a cuestas sonriendo e intentando hacerme cosquillinas… cantamos la de Cohen como dos lobos viejos y me escoré hacia el norte de mis cosas más superficiales, pero en mi cabeza seguía la frase de amanecida: “decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar…”. Y así tiré la mañana entre carteles de antiguos héroes de la libertad, affiches de poetas hispanoamericanos que nos visitarán pronto, programitas de bailes de salón, llamadas apresuradas de gran jefe blanco… y reconocí a Mayca y le di un abrazo con beso [me quedé con las ganas de engancharle mi abrazo de oso, pero me dio corte por la comitiva] mientras en mi cabeza seguía “decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar…”. Y ahora mismo acabo de ponerle el rostro preciso a esa frase, y espero que muera [la frase] como mueren los vencejos cada primavera.
Mayca tiene unos ojos de gata perfectos y una sonrisa limpia [nadie diría que va a ser abuela ni bajo tortura], irradia un no sé qué que llena de serenidad y me dio la impresión de que sabe exactamente el valor desquiciante de la palabra ‘soledad’. Tuvo un gesto divino conmigo… me ofreció sus libros.
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A eso de las dos de la tarde falleció el abuelo Manolo, un tipo extraordinario que supo vivir hasta el último suspiro.
Buen viaje, campeón.

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