Wednesday, September 24, 2008

O me rompo o reluzco.


Ayer me quedó relatar el peloteo magnífico con un balón de fútbol de Manolo Pavón y Pedrito Cubino junto a otros sesentones en la Plaza Mayor [los jacintos], mientras el gachupino del balcón sobre el segundo arco tenía puesta a tope su música jevilona con las puertas abiertas hasta atrás.. una estampa para haberla fotografiado, coño… pero no llevaba mi cámara.
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Asiduos de esta patria, gente buena que extrañamente juega a desfigurarme recibiéndome, os quiero hacer partícipes de que el próximo amanecer me haré de porcelana con dos faunos polícromos de trazo delicado esmaltando mi espalda a puro fuego de horno. Tomo esta decisión porque estoy agotado de ser de carne y huesos, de envejecer al costado sombrío de los árboles y de perder mi cabellera con los días.
No cambiará demasiado mi voz, aunque habrá un eco interior imperceptible. Seré de piedra hecha, artificial entero, igual que un arlequín vaciado en Castro o una taza de Petri. Contendré lo que llegue, pues ya seré vasija, y tenderé a romperme porque me haré tan frágil como el progenitor adolescente o las hermosas tardes infantiles con merienda y Meccano.
No entiendo el mundo, ni siquiera las facciones de su cara tranquila.
Me haré de porcelana para no correr más riesgo que el de romperme en una astronomía de trocitos que también serán yo.
Podría interrumpir el proceso si las cosas cambiasen y quedase cegado por el cambio, si alguien me prestara su sensibilidad por horas o la muerta sibila augurase días nuevos y distintos en los que no existieran las lenguas sucias, pero sí el riesgo.
Quiero aspirar al tedio del objeto, a su frío inequívoco y al reflejo curioso del barniz; quiero olvidarme de la angustia, de la fisonomía de los necios que muerden el corazón con saña, de la infección que corre entre la gente con la mirada clorhídrica, de los innecesarios que lo infectan todo con su aguijón vacío, de las gentes de orden y las mucamas réprobas que roban a los ancianos las últimas monedas… quiero olvidarme del leguleyo y del que todo lo articula, del mal medicinal de las verduleras que malmeten y hablan bajito, de los que no dan la cara para herir y se anuncian en jodidos titulares si hay elogios. Yo me prohíbo a todos ellos porque no me parecen oportunos.
Haré en mi cueva infecta una rotonda en la que solo habitemos yo y la fidelidad a mí mismo… en ella me expondré y seré el licaón y la mandrágora, el número impar y la plana superficie que contiene mareas interiores en las que zozobrar, el ciprés y la aldaba de mi puerta sin puerta, el anciano sin tímpanos, el misterio de Eyasy, la redoma donde se cuecen los días infinitos repetidos.
Seré mansalva mientras mi porcelana toma el tono del vidrio, y tendré entendimiento, pero nunca jamás volveré a lo vulnerable de medio tono.
O me rompo o reluzco.

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