Friday, September 19, 2008
Si quieres venir...
SENTADO SOBRE EL COFRE, HABLO A LA DIOSA
Si quieres venir, has de saber que jamás piso tierra sagrada y que palpo la vida con las manos abiertas, que bebo la leche fría en el tazón blanco y dedico las mañanas a acumular la savia que haga crecer un árbol hermoso sobre mi tumba, que transito desnudo el espacio que dejan las mujeres para impregnarme del viento de sus danzas, que en la noche apago las orillas y recojo el horizonte, que colecciono almendras con vocación de ojos y me baño en el jugo que vendimio en los vientres.
Debes estar dispuesta a repararme con el cuchillo oxidado, a conquistar mis axilas rebeldes con tus dientes blanquísimos y a buscarme el envés con perversión y signos. Debes estar dispuesta a admitir mi evidencia e incluso a suplantarme si me vieses cesando. Debes estar dispuesta a beberme, a chuparme, a poseer mi espalda, a anular mi esplendor con dulces resistencias, a vigilar mi sueño sin tocarme los hombros, a buscar los matices de mi nuca afeitada, a custodiar mi miembro en la hornacina roja que tiene la serpiente tallada en su puertita, a cerrarme los ojos cuando los sientas ciegos, a hurgarme en las esquinas bárbaras, a danzar para mí cuando yo te lo pida… a dormir a mi lado acoplada a mi espalda.
Si deseas venir, has de saber que no estoy solo, pues en mí cobran vida cada uno de mis antepasados con su timina rancia y sus raros pronósticos… y están a mi redor constantes y obsesivos, con sus trajes planchados y su aliento de sótanos.
Si vienes, leeremos las señales que contienen las rutas de los pájaros y haremos minuciosos pronósticos de los próximos coitos y los escribiremos sobre la piel mudada de nuestros cuerpos nuevos. Por las tardes, merendaremos juntos bocadillos enormes de muslos adobados mientras los huesos viejos acaban de pulirse.
Si en un acaso extraño no vinieras, seguiré siendo elástico y acabaré de darle el último matiz a mi ley de exterminio, maldeciré bajito, maldiré, me haré de neutrones y procuraré ser lo que acaba no siendo.
*Nota: siempre arrastro los pies mientras camino.
•••
Ayer me machacó el cliente vip, obligándome a realizar una jornada de tarde desde las 14:30 a las 22:45 horas. Quedé absolutamente agotado y caí en la cama como en un pozo profundo y acogedor… pero me desperté muy temprano y me vine al tajo a seguir punteando los bajos de mi curro… por el camino encontré a la lunática corriendo apresurada y abrigada como en el más crudo invierno, tropecé con un par de borrachillos que no habían dado aún fin a su noche y me fumé un cigarrito a la puerta de la imprenta mientras la vieja me miraba mal desde su ventana y la mulatita que sirve en la casona vieja de enfrente salía a la compra con su sonrisa puesta y media tripilla al aire. Todo normal.
Ya dentro de mis naves, valoré los restos del naufragio de ayer: una taza de café con sus restos resecos, tres vasos largos con sus limones tristes, un par de botellas vacías, las sillas como atacadas de un extraño desorden, las mesas llenas de papeles con notas apresuradas, las papeleras rebosantes y los baños como si hubieran orinado en ellos los diez mil vándalos de Alano [habría que enseñar a los hombres a orinar sentados –yo lo hago y me va bien–, sobre todo cuando les tiembla el pulso por la edad o cuando el miembro tiene tal vitalidad que acusa sin querer el síndrome de manguera libre… lo digo, sobre todo, porque es a mí al que le toca limpiar los baños de la empresa].
Ante tal panorama, decidí acercarme hasta el súper para hacer acopio de productos de limpieza y papel higiénico: no habían dado las diez y ya estaba el aparcamiento a tope y las cajas con grandes colas [me cabreé]. Pillé ‘Blocs WC Agua Azul’ [esas pastillonas que se meten en la cisterna y procuran agua perfumada y coloreada durante unos días], lejía para suelos marca Acme, 12 rollos de papel higiénico 'doble prensado y suave', pilas pequeñitas y unas pizzas para llevar a casa. Volví a la imprenta, descargué el material adquirido y me tomé un café en PdT con la esperanza de encontrarme a Ana y charlar unos minutos con ella, pero no le tocaba turno y me pasé el café en soledad absoluta.
Cuando acabé mi corto de café calentito, tomé la sabia decisión de retrasar la limpieza hasta mañana y relajarme, pues esta tarde viajo a Salamanca para trasegar las cosas de mi hija a su nueva vivienda y sé que lo pasaré un poquito mal.
Ahora agotaréel resto de la mañana leyendo a Guillermo Sucre e intentando escribir algo, que es lo que realmente me apetece.
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