Tuesday, September 30, 2008
El mundo es un pañuelo...
Hoy, mientras tomaba mi cafetín en PdT, se acercó hasta donde yo estaba uno de los notarios de Béjar [creo que se llama Andrés, aunque no estoy seguro, pues tengo muy mala memoria para los nombres], un tipo encantador y entrañable, para despedirse de mí porque se traslada a Coria por su trabajo. Me sorprendió al contarme que ha sido coleguilla de José María Cumbreño desde muy temprana edad, ese poeta extraordinario y amigo estupendo que tanto afecto me da. El mundo es un pañuelo… y eso me gusta mucho.
•••
¿Te acuerdas, viejo F, del arco iris cayendo entre la niebla en el Valle de las Huertas? Eran días tan diferentes a la realidad… días como encallados en la memoria a los que el tiempo ha puesto su parte de sueño. Tú aún no eras el glaciar en que te has convertido con los años y tenías esperanza en todo lo desconocido, hasta en la gente. Entonces la frente era casi testuz para atacar al mundo que no te gustaba [hoy es cofre secreto en el que guardas vientres esperando a que el declive te lleve al fondo]. Caminabas entre las piedras como si lo hicieses sobre el mármol y el mundo estaba ahí para que fuera tuyo. Bien recuerdas a veces que tu padre te lo dijo con el gesto torcido mientras comíais juntos en la casa de la Travesía de San Nicolás: “te harán daño, porque el hombre en su naturaleza está diseñado para hacer daño al hombre”… pero jamás le hiciste caso, te reías y cambiabas de tema. Eran días de bollos suizos con azucarón, viejo, y los pocos enigmas que te planteabas tenían que ver con el origen del Universo o con el túnel por el que llegar a arreglar el mundo de un plumazo utópico.
Aquel arco iris lo fotografiaste con tu Werlisa Color y pensaste que era tu obra magna… lo mirabas embobado, sentado en el suelo del balcón largo, y te sentías ufano por haber captado aquella imagen tan llena de perfección, tan fuera de ti que era como algo encontrado.
Hoy el baile es otro, viejo, y las semillas que debían germinar ya lo hicieron.
Bebe mientras el agua colme los charcos, pero no rectifiques, que ya no es tiempo.
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