Saturday, October 18, 2008
La vida es una cosa de primates…
FRAGMENTO DE UN RATO SIN NADA QUE HACER
El ropavejero llegó a una piel bañada por el Moche y sintió que un seísmo le quebraba el espíritu. Las yemas de sus dedos apenas discernían entre la seda virgen y la imposible naturaleza de aquel hermoso vellocino posado entre sus manos.
Buscó una teología de la carne en los raros archivos de la Casa Ganoza Chopitea y se acercó en actitud penitente hasta Huanchaco para trabar la gracia de aquella piel que era a la vez veneno y alimento.
Dicen que los hombres que pernoctan una noche en la ciudad de la eterna primavera, ven cómo de sus pies crecen torcidas raíces que se acoplan a la tierra… y el ropavejero, abrazado a su piel como a una hembra, hizo noche en el sitio y trocó en árbol nítido: un naranjo de olor.
Hoy encontré, entre los escombros de una casa en ruina, los papeles gastados en los que el ropavejero dejó escritos sus últimos días como hombre y cada una de las sensaciones que le acuciaban mientras se convertía en vegetal.
•••
Sé que está noche acudirá la torcida razón a lacerarme, lo siento en mi interior como sienten las garzas esa ansiedad del vuelo cuando mandan los ciclos. Estoy dispuesto, aunque acecha en mis ojos cierta rabia Crusoe y en mi boca se cuaja un sabor a salmuera. No es fácil vivir constantemente en lo mejor de mis fuerzas, ni hacerlo en el enjuague de un patio con su parra o entre los mil cacharros que conforman mi mundo.
Esta noche llegará la razón para que huyan mis musas, y será como un lastre de monedas antiguas [una mofa de mí hacia mí pondrá quizás frontera]. Y es que la realidad es de esqueletos y neumas, de infinitud canalla traída por los hombres para abrir esta herida de lechuza que me quema como un ascua naranja y amarilla.
Y yo no quiero esto… yo quiero muslos orgullosos creciéndose hasta el pubis, esquinas de la piel donde pueda anidar el abadejo o hacer su puesta el liquen, el huerto florecido de un vientre respirando, la mano en la frontera rasante de la ráfaga, el pecho entre las manos jugando a la hondonada, y la leche manando justo desde la esponja.
No quiero ser el pasto de la cadena, ni siquiera el eslabón suelto que da inicio a otra historia. Quiero permanecer al abrigo de un pulso que no es mío, glosar en su latido el cuerpo que lo impele… pero no quiero esta respiración tañida de sulfuro y de dióxido.
Es cierto. Tengo que ser de aquí para sobrevivirme, pero ya estoy sin aire, agotado, vencido, deshecho de papeles con demasiadas letras sin un sentido lógico, acuchillado mil veces por los números afilados por el óxido de otros.
La vida es otra cosa distinta a este tropiezo constante y compulsivo, un azar como un hijo pendiente de nacer, un huésped sin maleta, una fiebre de lluvia por las tardes y una merienda cierta mirando a las bañistas salir con sus toallas de la charca.
La vida es una cosa de primates… y no este mar de precios y de deudas, de moral jacobina o relajada, de ambición por tener o que no tengan los que han de ser esclavos de por muerte.
Dejadme unas miguitas en la puerta para cuando amanezca. Hoy dormiré con la razón y quizás mañana tenga hambre.
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